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martes, 15 de mayo de 2018

Una mujer en el tren

Pasó ayer por la tarde -ya anochecía- en el cercanías que me traía a casa desde Barcelona. Una mujer mayor (con esa manera de ser mayor que pesa más que los años reales, porque ha desgastado más el cuerpo), muy flaca, demacrada, sucia, recorre el vagón pidiendo limosna con evidente desparpajo. Una viajera a mi lado le da un plátano, que recibe con alegría, diciendo que el gustan mucho a su hija. Un niño se levanta de su asiento y se dirige hacia ella ofreciéndole unas monedas. La mujer lo mira unos instantes y se las rechaza: “¡No, que eres menor! De los menores no acepto monedas”. Un estremecimiento de sorpresa y admiración nos recorre a todos. Es fácil verlo porque nuestras miradas se cruzan para comunicárnoslo en silencio. Aquella anciana está muy por encima de todos nosotros. Nos acaba de dar una lección de dignidad. La aristocracia es esto. 

Yo iba leyendo El regreso liberal, de Mark Lilla y cerré el libro inmediatamente, como si -no sé muy bien por qué- estuviera haciendo algo que no se encontraba a la altura del momento.

3 comentarios:

  1. A propósito de perspectiva de clase, a mi me parece más coherente, por ejemplo, el izquierdismo de Corey Robin, quien, a pesar de haber disfrutado de una educación en instituciones de la Ivy League, trabaja en CUNY, pública y pobre, que Lilla, tan progre, profesor en Columbia, tan carísima y privada.
    Es como si el secretario general del partido que quiere liderar la izquierda y defender lo público fuese profe en una universidad privada, o si quien quiso liderar a los indignados se comprase un chalet de más de medio millón de euros.

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  2. ... o como si el President de Cataluña llevase sus hijos a escuelas que enseñan a leer en la lengua materna del alumno.

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  3. O como si la periodista Dña. Ana Pastor, la de El Objetivo, hubiese estudiado en la S. Pablo CEU...

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