Después de que la ambulancia se llevara a Trotsky hacia México [es decir, de Coyoacán a la Ciudad de México], el comandante Galindo se dirigió hacia Sylvia [Ageloff] y le dijo: "Está usted detenida". Logré convencerlo de que me dejara subirme al auto de la policía en que la hizo subir. Adelante estábamos el chófer, Sylvia y yo; atrás el comandante Galindo y dos de sus agentes. Yo conocía a Sylvia desde 1934. Empecé por lo tanto a tratar de hablar con ella. Ella lloraba, sufría un ataque de histeria, y sólo decía algo que repetía y repetía: "¿Por qué dejaron entrar a Jacson?" "¿Por qué dejaron entrar a Jacson?" Y yo le decía: "Pero Jacson es tu marido, ¿no?". "¡Sí! -repetía sin cesar-, pero ¿por qué lo dejaron entrar?" Entonces comprendí que ella sabía algo, que conocía al menos una razón por la que no deberíamos haber dejado entrar a Jacson en la casa. Ante mis incesantes preguntas no pudo responderme más que una cosa: que sabía que estaba mezclado en 'asuntos sospechosos' con un tipo llamado Bills o algo así que se encontraba en el Edificio Ermita... "Pero si lo sabías, si fue publicado después del proceso que Siqueiros tenía su despacho en el Edifico Ermita ¿por qué no nos previniste?" No me contestaba nada. Llegábamos ya a la Jefatura, se la llevaron, ya no pude hablar más con ella.
- Declaraciones de Octavio Fernández a Olivia Gall recogidas en el libro Trotsky en México (1991).
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