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lunes, 5 de mayo de 2025

Camino de primavera

 I

Ayer, para celebrar el día de la madre, nos fuimos caminando -abuelos, hijos y nietos) desde el monasterio de Sant Jeroni de la Murtra al poblado ibérico de Puig Castellar, en Santa Coloma.

II

Amaneció un día dubitativo, de niebla vaporosa y amenaza de lluvias. Eso no me impidió mantener viva la esperanza mientras hacía una tortilla con tres quilos de patatas y ocho huevos. Por si fuera poco, preparé también una gran fuente de torrijas.

III

Mis hijos se acuerdan bien de que cuando eran pequeños y nos íbamos a la montaña solía llevar en la mochila una sandía o un melón, bien grandes. Cuando llegábamos a la meta, buscábamos un riachuelo de agua helada y poníamos la sandía o el melón a refrescar. Ahora he optado por las torrijas. Dan más guerra, pero pesan menos.

IV

La excursión fue un fastuoso despliegue de la primavera. Estuvo lloviendo hasta que llegamos al monasterio de Sant Jeroni, pero una vez allí, se apartaron las nubes y dejaron a nuestra disposición un día alegre, con las plantas perladas por la lluvia y una efervescencia de belleza en flor. Toda la naturaleza parecía estaba de fiesta y nuestro caminar estaba contagiado de la alegría del camino.

V

En el poblado ibérico nos entretuvimos buscando, y encontrando, restos de cerámica. Mis nietos saben bien diferenciar la cerámica según su origen. Cada trozo tiene una historia humana detrás. Y todo animaba a imaginársela. El poblado tiene unas vistas espectaculares al Barcelonés, al Maresme y al Vallés (tanto el occidental como el oriental). Al fondo, recortada diáfanamente, la montaña de Montserrat. 

VI

Todo fue casi perfecto. Casi, porque nos faltó una buena bota de vino en el almuerzo, para acompañar la ciclópea tortilla de patatas.

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