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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Por de pronto...

I

Según Maeztu, de haber padecido los franceses un 98, «habrían gritado: "¡Nos han hecho traición!" Los alemanes hubieran demostrado la decadencia de la civilización [...]. Alguna aristocracia anglosajona nos dejaría dicho que el mundo, ingrato, no la merecía. Cuando a los españoles nos acontece algo grave, lo primero que se nos ocurre es echarnos, por de pronto, la culpa».

II

Y hoy no tengo ganas de añadir nada más.

martes, 5 de noviembre de 2024

Pobre pueblo, el que se cree superior a sus políticos.

 I

Pobre pueblo, el que se cree superior a sus políticos.

II

El pueblo que se cree superior a sus políticos está condenado a vivir en una curiosa mezcla de entusiasmo narcisista y decepción consigo mismo.  

III

La indignación es una muy singular categoría política. Para ser constructiva tiene que negarse a sí misma y convertirse en acción.

IV

La acción colectiva no es eficiente sin una forma u otra de delegación y jerarquización  de la propia capacidad de actuar, lo cual somete a tensiones obvias al colectivo que se cree superior a sus gestores.

V

Estamos en vísperas del duelo en el OK Corral; Harris vs. Trump. Se insiste en que las fuerzas están muy equilibradas y que el resultado final depende del partido que tomen los indecisos. ¡Pobre pueblo el que está en manos de los indecisos!

VI

De una manera u otra todos nosotros estamos en manos de los indecisos norteamericanos. Su voto tendrá repercusiones en nuestras vidas.

VII

Siendo Trump tan evidentemente grosero, ¿por qué hay tanta gente que lo considera superior a Harris? 

VIII

En unas elecciones no tiene garantizada la victoria el que es más sabio o más honesto, sino el que es capaz de generar consensos más amplios en torno a sí mismo. En este sentido el consenso es siempre la prueba de que la política es inevitablemente sofística.


lunes, 4 de noviembre de 2024

Toneladas de lodo y lágrimas

 I
Sigo con el desastre de las inundaciones de Valencia en un momento en que hay amenazas de nuevas tormentas.

II
Se piden grandes máquinas, que llegan -parece- a cuenta gotas. Grandes máquinas para paliar los efectos de la naturaleza desbordada.

III

"Solo el pueblo salva al pueblo", oigo decir. Pero se pide más ejército y más tecnología. Todo es comprensible. 

IV

¿En una guerra civil en qué lado están los salvadores?

V

Hay una verdad de la política que se muestra en los momentos de solidaridad ante los desastres colectivos y otra verdad que se muestra en los momentos de enfrentamiento civil (esbozados en los enfrentamientos a pequeña escala en las zonas oscuras de la solidaridad: los robos). Y aún hay otra verdad: siempre es posible el paso de la solidaridad al enfrentamiento.

VI

Hay como una pulsión creciendo entre las toneladas de lodo y lágrimas: la de hacerle algún sacrificio humano a la naturaleza.

VII

No tiene nada que ver con lo anterior, pero me temo que cuando comenzó a llover el día del diluvio universal probablemente más de uno celebrara que, al fin, llegaron las lluvias.

domingo, 3 de noviembre de 2024

Exagerar

 I
Lo he dicho varias veces, pero volveré a insistir en ello muchas más: lo nuestro es la exageración. Exageramos nuestros bienes y nuestros males, nuestras virtudes y nuestros vicios con las palabras más tremendas. Lo que ocurre es que las virtudes exageradas pierden pronto credibilidad, mientras que los vicios exagerados dejan un poso de frustración y amargura.

II

Vivimos días de exageración mayúscula. Las desgracias son reales y muy dolorosas. Están ahí. Hay cientos de cadáveres en Valencia, miles de personas sin consuelo, un panorama desolador. Y como ni las cosas se resuelven con la diligencia que nos gustaría ni las autoridades explican claramente a qué es debida esta falta de diligencia, concluimos que «España es la vergüenza de Europa».

III
Como las exageraciones son sustituidas pronto por otras exageraciones, lo que queda es el tono, mientras el contenido varía. La exageración acaba aburriendo al espectador.

sábado, 2 de noviembre de 2024

El culpable es el/lo otro

 I

Las grandes catástrofes, como la guerra o los desastres naturales, muestran verdades políticas que la normalidad tiende a ocultar. 

II

Por una parte, lo más miserable se pone de manifiesto sin máscaras. Pienso, por ejemplo, en el vecino que sale a ayudar y los ruines aprovechan su ausencia de casa para ocupársela. Pero pienso también en tantas personas como se han jugado la vida en situaciones de extremo riesgo para ayudar a sus semejantes. Y en los que se limitan (nos limitamos) a ver el espanto con nuestra conciencia en nuestras inútiles manos caídas.

III

Y pienso, sobre todo, en los más que comprensibles cabreos. La desesperación política necesita responsables políticos. No digo que no los haya. Probablemente los hay, y deberán, si es así, rendir cuentas. Pero la inevitable y políticamente necesaria exigencia de responsabilidad a las personas nos permite ignorar la imposibilidad de pedir responsabilidades a la naturaleza. Nadie pudo prever que caerían más de 400 litros por metro cuadrado en tan poco tiempo.

IV

En definitiva, es más consolador sospechar que el culpable es el otro que lo otro. Ante el otro, mi desgracia era evitable; ante lo otro, mi vulnerabilidad es absoluta. Ante el otro, el consuelo (por precario que sea) de la ley; ante lo otro, la fragilidad sin consuelo.

V

Si soberano es quien tiene capacidad de decretar el estado de excepción, la naturaleza es más soberana que la política. Y por eso mismo es más irracional.

jueves, 31 de octubre de 2024

Truco o trato

 I

Día larguísimo el de ayer. Los relojes adquirieron una consistencia daliniana y se independizaron de la aritmética.

II 

Me levanté con un malestar estomacal que le daba pesadez a todo mi cuerpo. No presagiaba nada bueno.  A las 9:00 había quedado a desayunar con Javier García Cañete, que es la persona que mejor ríe del mundo. Lo hace de una manera tan natural que su risa es la prolongación obvia de su sonrisa. Los ojos se le iluminan, sus manos adquieren vida propia y su presencia se convierte en un abrazo. Desayuné poco y a desgana, temiendo que no pudiera digerirlo.

III

De las 10:00 a las 12:00 estuve en la Fundación Botín, intentando aparentar que me sentía bien. Y lo cierto es que me sentía muy bien, pero temiendo que de un momento a otro tuviera que salir corriendo a vomitar. Los jóvenes de la Botín. son oro en paño. Podría pagar por pasar dos horas con ellos hablando, ni más ni menos, que de la esencia de lo político con la ayuda de Platón. Pero va y me pagan a mí.

IV

Acabé mareado, pero no creo que nadie se diera cuenta, y me fui andando hasta Atocha, pasando, eso sí por Salustiano Olózaga en busca de una librería de viejo que encontré cerrada. 

V

En el AVE me di cuenta de que tenía un mensaje de correo de B. que aludía, desee París, a algo de lo que yo no tenía noticia: de las desoladoras inundaciones de Valencia. 

VI

Hasta que no llegué a casa no pude vomitar el pobre desayuno. Me metí en la cama a las 20:00 y hoy me he levantado, sin pizca de mala conciencia, pasadas las 11:00. De hecho, si no hubiera sido porque mi nieto venía a comer y tenía que hacer la compra y la comida, me hubiese quedado más tiempo entre las sábanas. 

VI

He pasado la tarde tumbado en el sofá. Hace unos minutos han llamado a la puerta. "¿Truco o trato?", me han gritado. Les he contestado que no tenia nada para darles y he recibido como respuesta una grosería que no es necesario recoger aquí.

miércoles, 30 de octubre de 2024

Que mi tambo lo tengo en el río

 I
Comencé ayer el día con una entrevista con una periodista chilena, a la que le hablé, entre otras muchas cosas del Arauco domado, de Lope, recordando aquellos sorprendentes versos:

Piraguamonte, piragua,
Piragua, jevizarizagua;
       Bío, Bío,
Que mi tambo lo tengo en el río.
   
Yo me era niña pequeña,
Y enviáronme un domingo
A mariscar por la playa
Del río de Bío-Bío,
Cestillo al brazo llevaba,
De plata y oro tejido;
Hallárame yo una concha,
Abríla con mi cuchillo;
Dentro estaba el niño Amor,
Entre unas perlas metido;
Asióme el dedo, y mordióme;
Como era niña, di gritos.
       Bío, Bío,
Que mi tambo lo tengo en el río.

II

Inmediatamente después, una entrevista con un periodista español, larga y amena.

III

Al terminar, ya que disponía de tiempo libre, me fui a visitar la sede de una institución de la que tengo el gran honor de ser miembro, El Colegio Libre de Eméritos. Ahora sé que dispongo de un magnífico lugar de acogida en pleno centro de Madrid.

IV

Al atardecer, encuentro con dos amigos que dedicamos a hablar de aquel intelectual del régimen franquista que fue Fueyo, un teórico serio del fin de la historia mucho antes que a Fukuyama le diera por tocar este palo.

V

A las ocho, cena en casa de Ana Palacio, como siempre, interesantísima compañía y sabrosísima cena.

VI
El día acabó con tormenta. Lluvia sobre Madrid y sobre mi laberintitis. Pero la vida es eso, un inmenso fenómeno deportivo con vértigos y vómitos esporádicos. Bendita sea.

Por de pronto...

I Según Maeztu, de haber padecido los franceses un 98, «habrían gritado: "¡Nos han hecho traición!" Los alemanes hubieran demostra...