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lunes, 28 de octubre de 2024

Cuando la luz del sol es suficiente

 I


Madrid. La luz del sol, al atardecer recorriendo la Ronda de Atocha enciende fulgores en los adornos navideños que la luz eléctrica es incapaz de imaginar.

II

No sé a qué hora me metí ayer en la cama, pero cuando me despertó el teléfono eran las 8 de la tarde. Mantuve una conversación corta y educada y me volvía dormir. Oblomov.

III

Estuve en Encuentro Madrid, interviniendo en una mesa redonda junto a Tania Alonso y Bianca Thoillez. Ser invitado a este acontecimiento, tan singular, es un premio enorme. Aquí la sonrisa natural, sin afectación, la cordialidad transparente y los reencuentros alegres conforman el equipamiento de serie. ¡Qué bien! ¡Cuántos abrazos di! Volví a a hablar, entre otras cosas, de la esencia transfinita de la técnica, de su imperiosa necesidad de sobrepasar cualquier límite que se haya impuesto a sí misma y de vivir permanentemente, por lo tanto, en un mundo provisional y evanescente. Pero si esta es la lógica de la técnica, sólo lo es en parte de las cosas humanas y aquí radica la situación singular de los humanos en la era de la técnica.

IV

La esencia de la técnica lleva al consumidor a creer de manera espontánea que lo útimo es siempre superior a lo penúltimo y que, por lo tanto, el presente tiene legítimo derecho a enjuiciar el completo pasado como un mero precedente. Conclusión: si escribimos después de Cervantes, somos mejores escritores que Cervantes... ¿o no?

V

Artículo en el ARA en defensa del libro de texto.

domingo, 27 de octubre de 2024

Oblomov

 I

A veces me gustaría ser como Oblomov y vivir en bata y zapatillas sin salir de casa. Levantarme tarde de la cama, ir arrastrando los pies hasta el sofá, tumbarme a la bartola, echar una mirada lánguida al techo, pasarme la mano por la frente y volver a la cama convencido de que "hoy ya he hecho bastante por el bien común". Pero en vez de ser como Oblomov, me subo sobre mis propios hombros y ando corriendo de aquí para allá.

II

Estoy en Madrid. Ayer por la mañana defendí en un foro que la lógica interna que guía a la tecnología es la del dinero. Lo que valen la una y el otro no tiene nada que ver con su valor intrínseco, sino con lo que nos permiten conseguir. Y así como un billete de 100€ no es sino pura potencialidad, de modo que su esencia es la disponibilidad que me proporciona; la tecnología vale lo que puedo hacer con ella. El billete va perdiendo su valor con el tiempo (cada día que pasa se pueden comprar menos cosas con 100€) sin que por ello se vea afectado el brillo del dinero. Los productos tecnológicos poseen un valor cada vez más efímero y caen en la obsolescencia rápidamente, empujados por la aparición de nuevos productos, sin que por ello se apague nuestra fascinación por la tecnología. Nuestras casas se llenan de cacharrería mientras la tecnología remonta ufana esa misma obsolescencia, porque vive de superar cualquier límite que se haya establecido a sí misma previamente.

III

Ayer cené huevos revueltos con virutas de queso de Idiazábal con alguien que me resulta tan entrañable como admirable, José María Torralba, y después estuve tramando con Josefina Stegmann la manera de traer a Madrid a un muy importante argentino.

IV

Hoy participo en Encuentro Madrid en una mesa redonda que tratará de la transmisión. Intentaré defender que no ha habido más ferviente partidario de la transmisión que Picasso, el mayor artista del siglo XX, cuya obra se nutre de una reapropiación creadora de la tradición. La transmisión, tal como yo la entiendo, no se propone mantener el pasado en un museo al que podamos visitar de vez en cuando en busca de inspiración, que vive en nuestra inspiración, en la misma densidad del presente. Su manera de vivir es vivir en lo que nos mueve.

V

Pero a veces me gustaría ser como Oblomov.

VI

Los Andes, ya tan lejanos...



viernes, 25 de octubre de 2024

Minc, Bruckner, Topuria

I
Me ha llegado esta mañana, puntual a su cita anual, el último libro de mi muy admirado Alain Minc, cuyo título, «Somme toute», tiene un cierto sabor a despedida que espero de todo corazón que quede desmentido en el futuro por nuevos libros.


II

En el AVE me he leído el último libro de Pascal Bruckner, Vivir en Zapatillas. Lastra su lectura su excesiva dependencia de algo que parece quedar muy remoto, la pandemia de la COVID. La auténtica lección que nos depara esta pandemia es la recurrente necesidad de olvido de la naturaleza. Este olvido no es un capricho, es la condición sine qua non que permite la emergencia de la cultura. He comenzado subrayando abundantes frases del libro y he acabado tachando el nombre del autor. De Bruckner esperaba mucho más.

III

Por la mañana me ha llamado un periodista que quería saber mi opinión sobre la admiración de los adolescentes por Ilia Topuria. ¿Y qué tiene de nuevo la atracción del gladiador? Como los progres creen que todo en el ser humano es cultural, son incapaces de entender la pervivencia de lo ancestral, por la que asoma sus orejas la naturaleza. La cultura, insisto, es el esfuerzo sostenido por mantener a la naturaleza más allá de los límites de las cosas humanas (en el olvido). Pero en cuanto te descuidas un poco, las malas hierbas ya se han adueñado de tu campo de cultivo.

La voluntad perdida

 I

Lima es una ciudad extraña, una ciudad de nieblas, polvo y una llovizna de pelusilla, de una extensión que desanima al caminante. Pero es también una de esas ciudades que va revelando sus secretos poco a poco y así, sin darte apenas cuenta, vas cayendo en las redes de su seducción. Hay rincones que derraman lisuras.


Me preguntaba yo, rememorando a Chabuca Granda, cuántos jóvenes sabrán qué quieren decir estos dos versos: "Derramaba lisura y a su paso dejaba /aroma de mixtura que en el pecho llevaba."


Me hubiera gustado visitar la Plaza de armas del Callao, pero lo que nos contaban del barrio nos desanimó y cambiamos el mítico barrio limeño por la arqueología y el malecón.


II
Cenar con Aurora Nacarino ya amortiza una semana. Siempre me encuentro a esta mujer cuando menos lo espero y siempre resulta muy grato el encuentro. Sucedió, de nuevo, anoche.

III
Ayer viajé en el tren junto a dos enamorados que se miraban volcándose en el otro y se tocaban con una delicadeza intensa, que soltaba chispas. Ahí estaba, recluido en su luz, el eje del mundo. Todos somos, a su lado, periferia, meras anécdotas de lo cotidiano. Los enamorados son gentes de otro mundo que han caído en este por algún inocente despiste.

IV
Pasé por la librería Finestres de Barcelona y volví a tener la sensación de que una buena parte de los libros que veía construían un mundo que ya no era el mío y que, sobre todo, me da una pereza enorme habitar. Son como de otra etapa geológica y entre ellos me siento cavernario (satisfecho cavernario). Yo también soy de otro mundo, tan de otro mundo que solo me interesan de verdad las librerías de viejo. Así que me fui a la Llibreria antiquària Casals y me compré la biografía de Clarín, de Juan Antonio Cabezas (Espasa-Calpe, 1936) y La sociedad española de la restauración, de Agustín de Figueroa (Ediciones Aspas, 1945).

V
Errejón ha dimitido y ha dejado detrás de sí al descubierto una estela de profunda cursilería detrás de la cual no hay nada. Esa declaración que nos viene a decir "No he sido yo, sino el neoliberalismo y el patriarcado en mí" explica el misterio de la voluntad perdida.

jueves, 24 de octubre de 2024

La barra de un bar

 I

De Cuzco, la Plaza de armas, para mí, más impresionante que los monumentales restos incaicos de los alrededores porque de estos uno se siente ajeno, pero de la plaza... Ese grandioso lugar hecho para encontrarse, para vivir cara a cara, para disfrutar de conversaciones intrascendentes, para pasear al buen tuntún, para sentir el eje de las cosas humanas en el mero estar de paso , para encontrarse, quizás, con el requiebro de la amistad... La plaza es el invento humano que da forma urbana al deseo de copertenencia.


 




II

Entrevista en El Nacional. Exquisito pincho de tortilla de patatas con cebolla y gloriosa caña de cerveza. Hay momentos que dan sentido a un día. Con frecuencia se encuentran en ese balcón privilegiado a la plaza mayor del mundo que es la barra de un bar

III

Me llama un jefe de inspección de una comunidad autónoma. Quiere que dé una conferencia a los inspectores de la comunidad sobre la importancia del curriculum. Hace ya algunos años, cuando la fiebre innovadora comenzó a tomar cuerpo en Cataluña, dije en una charla ante un grupo numeroso de profesores de secundaria, que más tarde o más temprano los innovadores descubrirían la importancia del curriculum. Parece que ha llegado el momento. «En las escuelas se hacen muchas cosas, pero no estamos seguros de que se aprenda», me dice el inspector. Y me callo mi satisfacción por no sentirme, al fin, solo defendiendo lo que siempre me ha parecido evidente.

miércoles, 23 de octubre de 2024

La promesa de un retorno

 I

Arequipa es una muy interesante ciudad asentada en el extremo norte del desierto de Atacama y rodeada por tres imponentes volcanes que tuvieron la bondad de ponerse penachos de nieve para recibirnos. Es, aparentemente, una ciudad árida sometida a los caprichos geológicos, que frecuentemente toman la forma de terremotos. Sin embargo hay algo en ella que atrapa. Dejando de lado que en cada cruce de una calle te juegas la vida, la ciudad es generosa en su amabilidad, ofrece una gastronomía estupenda, y dispone de un centro urbano en el que la presencia española está rotundamente marcada. La plaza de armas es una joya y a su alrededor abundan los monumentos arquitectónicos que van desde el singular barroco peruano a la severidad de los conventos. Dispusimos de un hotelito encantador y nos movimos por la ciudad con seguridad. En la universidad me acogieron con los brazos abiertos y dejamos en el aire, al despedirnos, la promesa de un retorno.





II
Ayer fue un buen día. Por la mañana participé en el jurado de un premio educativo y por la tarde presenté en la librería Abacus, de la mano de Irene Rigau, mi Prohibido repetir. Andaba Irene un poco preocupada porque yo le pedía que no preparásemos el acto, que nos dejásemos de formalidades y hablásemos con espontaneidad, porque la espontaneidad cordial es el tributo de gratitud que le ofreces al que deja sus cosas de lado y viene a escucharte un rato. Todo salió bien. 

III
Termino El elogio de la técnica, de Juan David García Bacca, y comienzo Continuidad y ruptura, de  Javier Aparicio Maydeu. Promete.

IV
Por la noche me llega el lamento de quien dice que estamos en una crisis educativa global porque ha fracasado el proyecto de la Ilustración. Estoy de acuerdo en la crisis educativa global, pero lo del fracaso de la Ilustración no deja de ser una queja reincidente de la izquierda que no acaba de comprender como siendo tan buena, la historia no le ha dado la razón. No se la ha dado por la sencilla razón de que la Ilustración no venció con medios ilustrados, sino con medios preilustrados, con el arma más potente: la de la risa. O sea: con la ridiculización del adversario. Piénsese en Voltaire o en Lessing. En este sentido, su triunfo fue la confirmación de su fracaso.

martes, 22 de octubre de 2024

De líneas y de tumbas

 I
El camino de Bucaramanga a Barichara es un ejercicio de ascetismo para iniciados. Tres horas y pico de ida y otras tantas de vuelta en un día en el que nos aseguraron que había mucho menos tráfico del habitual. Para un europeo la doble línea discontinua en el asfalto es, como mínimo, digna de respeto y si se encuentra en el inicio de una curva cerrada, un precepto de obligado cumplimiento. Pues bien, nada de esto tiene sentido en las carreteras de mi querida y muy abrupta Colombia. O bien Dios es colombiano y guía con su infinita paciencia el tráfico de esta nación o bien los europeos hemos sido domesticados por nuestros automóviles, cosa a la que nunca cederá un colombiano. 

II


No voy a hablar de la magnífica ciudad colonial de Barichara, sino de su curioso cementerio. Cada difunto tiene sobre su tumba una escultura que da fe del oficio que ejerció en vida. Por eso me sorprendió esta de un hombre, en la tumba más próxima a la entrada del cementerio, que parecía tener como oficio el entretenimiento de la espera, con una parsimonia infinita, acompañado de su radio y de su puro... ¿Pero qué esperaba? Lo pregunté y me contestaron que esa era la tumba del último enterrador.

III

No tengo manera de conciliar razonablemente el sueño por las noches. No caigo en brazos de Morfeo hasta que se anuncia el alba y claro, esta no es una manera sensata de vivir. Suena el teléfono y me pilla dormido y perezoso. Y así ando acumulando descortesías e incumplimientos.

Cuando la luz del sol es suficiente

 I Madrid. La luz del sol, al atardecer recorriendo la Ronda de Atocha enciende fulgores en los adornos navideños que la luz eléctrica es in...