I
Cada vez me enfado menos con mis iguales, los humanos. Son lo que siempre hemos sido: depredadores de su propio sustento, como los elefantes que acaban devastando las plantas de las que se alimentan porque, simple y llanamente, tienen hambre. Ya he aceptado que el mundo está, como ha estado siempre, en manos ignorantes (aunque, posiblemente, bien intencionadas), pero ahora, eso sí, disponen de botones nucleares que acabarán con los elefantes.
II
Una madre en el café reprende a su hijo porque está manchando la pared con las suelas de sus zapatillas, llenas de barro. El niño no le hace caso. La madre se lamenta de cuántas veces se lo tiene que repetir. El niño la ignora. "¿Es que no piensas hacerme caso?" Es obvio que no. La madre sigue con la monserga ineficiente. El niño termina con su capricho y pide un donut de chocolate. La madre asiente y sigue con el móvil, al que no ha dejado de prestar atención.
III
En política, decía un sabio, nunca sabemos muy bien por qué acabamos en líos fenomenales y nunca, tampoco, sabemos muy bien por qué hemos salido de ellos... si es que salimos.
IV
Me acaban de llamar por teléfono de una desconocida compañía de la luz. Le pido a la voz femenina del otro lado del teléfono que me haga el favor de no volver a llamar. Me contesta, impertinente, que no estoy en condiciones de pedir favores. Me sorprende su descaro. Cuelgo.
V
Cuando se aprobó la última ley de educación, la LOMLOE, llenamos su articulado de alabanzas a la ciudadanía mundial y a la paz. Hoy se nos dice que estamos en situación prebélica.
VI
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