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miércoles, 20 de noviembre de 2024

Que es verdad tanta belleza

 I

Día tranquilo. Una entrevista por zoom a las 11:30, un par de artículos adelantados, unas páginas de una biografía de Clarín.

II

Hace unos días me llegó por correo una tarjeta VISA. Me puse a activarla y acabé eliminándola. Así que pasé por la oficina a pedir una nueva. Ayer la recogí y le pedí a la persona que me atendió que me la activara ella. Sentí una íntima satisfacción cuando se equivocó. La equidad en la ineptitud, aunque sea circunstancial, tiene también fomenta la autoestima.

III

Al volver a casa con mi mujer, pasado ya el mediodía, nos sorprendió un cielo de un azul tan nítido, tan hermoso, tan acogedor que parecía una invitación a la ascensión. Somos seres que nos dejamos seducir facilmente por la verticalidad. Un cielo así, tan obviamente bello, desmiente con su contundente presencia a Bartolomé Leonardo de Argensola -¿recuerdan?: «Pues ese cielo azul que todos vemos / ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande / que no sea verdad tanta belleza!»

IV

Dentro de unas horas me subiré a un avión que me llevará a Mallorca. Sergio Vila-Sanjuan me lleva a la Fundación Juan March. Hablaremos, comeremos, beberemos y volveremos mañana a casa. Mientras escribo estas últimas palabras recuerdo a R. L. Stevenson: «Nos enamoramos, bebemos mucho, corremos aquí y allá sobre la tierra como ovejas asustadas».

martes, 19 de noviembre de 2024

Caridad Mercader, de nuevo.

 I

El folclorista norteamericano Gershon Legman resume lo que aprendió de su trato con las cosas humanas de esta manera en su libro «Love and Death: A Study in Censorship» (1949): «El asesinato es un crimen. Describir un asesinato, no. El sexo no es un crimen. Describir conductas sexuales, sí».

II

Viene lo anterior a cuenta de mis espías. Caridad Mercader continúa asaltándome en los recodos más inesperados del camino para dejarme constancia de que su historia sigue viva y de que aunque asesinar a Trotsky estuviera mal, somos muchos los que nos hemos ganado honorablemente algún cuarto hablando de este crimen. 

III

Sé muchas cosas de Caridad Mercader y no hay año que no me entere de alguna cosa más, pero son muchas más las que no sé. Por ejemplo: Lee Oswald, el asesino de Kennedy, entró el 1 de octubre de 1963 en la embajada cubana de México, donde se reunió con una íntima amiga de Caridad, Teresa Proenza. Curiosamente, a la salida de la embajada se cruzó con Pedro Gutierrez Valencia, que había sido carcelero de la prisión de Lecumberri. Aparentemente, Pedro Gutiérrez Valencia había impedido la fuga de Ramón Mercader. En la práctica le daba permiso para salir de la cárcel e ir, por ejemplo, a cenar con sus amigos, siempre que se lo pedía. 

IV

Me han enviado algo que no esperaba, una historia en cómic de Caridad Mercader. Está en proceso y me gusta. Me he comprometido a escribir un pequeño prólogo.


lunes, 18 de noviembre de 2024

Gol

 I

En una entrevista que le hizo el inolvidable Joaquín Soler Serrano -¡aquellas impecables entrevistas en la televisión en blanco y negro!-, Juan Larrea dejó ir esta confesión: «Uno no es más que un balón, recibe patadas de un lado y de otro hasta que alguien un día grita gol»

II

Yo me siento desde hace algún tiempo ese "uno" del que habla Larrea. Recibo las propuestas más dispares para participar en proyectos interesantísimos... pero no me da la clepsidra para tanto.

III

Hoy he mantenido una reunión, muy agradable, con unas personas que utilizaban el verbo "prototipar" con tanta liberalidad que he acabado desconfiando de ellas.

domingo, 17 de noviembre de 2024

Sobre el romanticismo pedagógico

I
Tras enviar un epílogo para la edición en castellano del libro de Damià Bardera Incompetencias básicas, pienso en el mal que está haciendo el romanticismo educativo en Cataluña. 

II
Básicamente este romanticismo sostiene que todo lo que va bien en la educación de un niño es gracias al niño y lo que vaya mal, culpa del maestro. 

III
El niño es bueno y el adulto es un niño degradado.

IV
Si fuera verdad que el niño es bueno y el adulto es un niño pervertido o degradado, la mejor manera de educar sería la que impidiese la educación. Y a veces pienso que esta es la conclusión lógica de las premisas de los románticos.

V
La buena educación sería aquella que mantiene a un niño enclaustrado en su infancia, cerrándole las puertas que lo podrían llevar a la edad adulta.

VI
El romanticismo sostiene que todos los niños, además de buenos, son científicos, inquisitivos, curiosos, exploradores.... que no hay niño que carezca de algún notable talento. Esto estaría muy bien si sirviera para el fomento del talento. Pero, en la práctica, el talento está visto en la escuela como un agravio comparativo.

sábado, 16 de noviembre de 2024

De memoria

I
Mientras escribo una reseña me quedo mirando al techo. Tras unos segundos con la mirada perdida, me fijo en el lomo de un libro que leí hace años. Me levanto, lo ojeo y encuentro dos citas subrayadas.

II
El libro es el «Diccionario del dandi» de Giuseppe Scaraffia. Primera cita: «A una dama que, percatándose de su palidez, le preguntó si se encontraba bien, Oscar Wilde le respondió: "Sólo estoy cansado. Ayer en el bosque recogí una prímula, pero era tan débil que la he tenido que cuidar durante toda la noche"»

III
Segunda cita: Baudelaire le preguntó a Nadar: «¿No crees tú también que el cerebro de los niños debe tener un gusto parecido al de las avellanas?»

IV
Lo que me ha hecho mirar al techo no ha sido nada relacionado con la reseña que estoy intentando escribir (y que se me resiste) sino el súbito recuerdo de lo que ayer me contó R. sobre un político famoso al que le está abandonando la memoria. Este político a veces llama por teléfono a R. para preguntarle qué tal le caía esta o aquella persona. Va a encontrarse con ella y no recuerda cómo se llevaron en el pasado. Lo que no sé es por qué me he fijado en el libro.

viernes, 15 de noviembre de 2024

Una gotera

 I

Hoy he llegado puntualísimo a la cita a la que ayer llegué con un día de antelación. He salido de casa al mismo tiempo, pero he ido andando desde la estación de Sant Adrià hasta mi destino, la sede de Enciclopèdia Catalana, en Venezuela 105, y he vuelto de la misma manera, pero caminando a paso lento, porque así lo requería mi amigable compañía.

II

Las casas se habitan y como se habitan se degradan. De repente una puerta cierra mal. Al principio te molesta y te dices que hay que llamar a alguien para que la arregle, pero pasa el tiempo y te acostumbras a la puerta que cierra mal... como te acostumbras a la ducha que gotea cuando quiere, a la bombilla que ya no obedece al interruptor, a la cisterna que se muestra caprichosa, a esa madera que necesita un carpintero, a la marca en la pared que dejó un nieto... y así, sin darte cuenta, tu casa se convierte en la casa de los abuelos, que es la casa en la que todo funciona sui generis, cada vez más sui generis.

III

Hay como una solidaridad empática en el envejecimiento entre tu casa y tú. Nos comprendemos mutuamente y nos reconocemos en nuestros mutuos achaques.

IV

Pero hay goteras a las que hay que poner arreglo por el riesgo de que vayan a más. Hoy ha venido un albañil de confianza. Ha mirado lo que tenía que mirar con ojo de escrutador avezado y ha decidido que la causa de la gotera y la humedad del techo del cuarto de la lavadora estaba en una bajante del tejado. Se ha subido, ha estado escudriñando y ha aparecido con una pelota de fútbol casi completamente desinflada que tapaba la entrada de un desagüe y que ya había dado lugar al crecimiento de varias plantas, cuyas raíces parecen ser la causa inmediata de las humedades. La causa remota son, claro está, mis nietos.

jueves, 14 de noviembre de 2024

Añoranza del lago de Brienne

 I

Cono soy un neurótico, he cogido el tren de las 9:30 en Ocata para llegar con holgura de tiempo a la reunión que tenía prevista a las 11:30 en la sede de Enciclopedia Catalana, en la calle Venezuela de Barcelona. Para las 10:10 ya estaba en la puerta. Como la mañana era una de esas espléndidas mañanas de otoño que parecen de primavera, he aprovechado para desayunar (mal) en un bar y dar una vuelta por el barrio. A las 11:30, con rigurosa puntualidad, he hecho acto de presencia. Puntual, sí, pero con un día de adelanto. La reunión no era el jueves sino el viernes. Me pasan cosas de este tipo con frecuencia. Gracias a Dios peco de un marcado exceso de puntualidad y no de impuntualidad. Para sacarle partido a la mañana me he cortado el pelo, me he arreglado la barba y he ido andando hasta la estación de Sant Adrià.

II

A resaltar los juegos de sombras de los plátanos medio deshojados proyectadas sobre las paredes de las casas y la superficie de las aceras.

III

Necesitaría una semana entera de plácida indolencia, en una cabaña en la montaña con vistas maravillosas, nubes rimbombantes pasando sobre mi cabeza y mañanas regaladas como la de hoy. Y no leer, no escribir, no contestar al teléfono, y dedicarme por entero a ver pasar nubes, como Rousseau en el lago de Brienne, de famosas aguas cristalinas. Dicen que esas aguas alivian penas y amarguras, aligeran el espíritu y esponjan el alma.

IV

Vivo estos cambios turbulentos de la presión atmosférica con molestias diversas en el estómago y en los oídos. Las gotas frías pasan por mi cuerpo como una onda radiactiva y me dejan encogido y triste... pero no he de dejar que me venzan. El mejor argumento contra la derrota es una agenda activa.

Que es verdad tanta belleza

 I Día tranquilo. Una entrevista por zoom a las 11:30, un par de artículos adelantados, unas páginas de una biografía de Clarín. II Hace uno...