Buscar este blog

miércoles, 2 de octubre de 2024

Conciencia de clase

Le comenté a mi dilecto Ferran Sáez que vi en El Callao, el barrio más humilde de Lima, una enorme pintada que decía: «Aprender a aprender: Esfuerzo y perseverancia». Y le añadí: «Aún hay pobres con conciencia de clase»

Respuesta de Ferran: «Fíjate, amigo, que cuando dices "conciencia de clase" en este contexto estás haciendo un magnífico juego de palabras pedagógico: clase en el sentido social y  clase en el sentido educativo»


jueves, 26 de septiembre de 2024

La bota en el ribazo

 I

Voy en autobús. Nadie mira por la ventanilla. Nadie mira al de enfrente. Nadie alza la cabeza sino para constatar lo que aún falta para llegar a su destino. Nadie comparte nada. Las manos, ocupadas en los teléfonos móviles, no tienen nada que compartir. Mucho mejor que el asiento disponga de un conector USB que de una inmensa ventana para asomarnos al paisaje.

II

Recuerdos remotos, pero no borrosos, sino frecuentísimos y nítidos, de mi infancia en los campos de labranza.  Comienzo por la jota del labrador, que parecía ir guiando con ella el arado. Ya no se canta. Ya no se ara. Ya no se mira al cielo como quien mira al tirano de quien depende el pan de cada día. El papel del cigarro, que había que liar parsimoniosamente y la bota en el ribazo, a la fresca. Si pasaba algún conocido por el linde, se lo llamaba, invitándolo a un pitillo y un trago. Y alzando los riñones ante la tarea ya hecha y la por hacer se hablaba. Se hablaba de todas esa nimiedades que hoy ya no tenemos para contar. Pero en esas nimiedades que acompañaban al liado del cigarrillo o al chorro de vino que salía alegre de la bota se encontraba el secreto de un mundo. Y no lo sabíamos. Se necesita tener algo entre manos que sea imprescindible compartir para disfrutarlo: el cigarrillo, la bota para pasar unos minutos hablando de nada y, sin embargo, dándole sentido a todo. 

III

Voy dándole vueltas a la idea de Ortega de que la vida solo es comprensible como un inmenso fenómeno deportivo.  Eso es todo. Y no es poca cosa.

martes, 24 de septiembre de 2024

Borroso

 I

Hoy puedo resumir el día con palabras de mi madre: «Tengo el estómago triste».

II

Sin embargo el artículo del ARA creo que me ha salido redondo. Lo he dejado en el congelador. Mañana lo descongelaré y veremos que tal resiste. Mi experiencia me dice que cada vez que me siento inspirado escribo borroso. 

lunes, 23 de septiembre de 2024

El decoro

I

Cada día nos cae un chaparrón o, dicho de otra manera, un «nublado». Es esta una de esas palabra que lo mismo hace referencia a la vida anímica («le ha dado un nublado» o «un nublo») como a la meteorológica. Siempre me han interesado estas palabras que, nacidas para describir estados físicos se adaptan perfectamente a las descripciones psicológicas y, al revés, las que nacidas para describir estados del alma son sumamente útiles para describir el mundo.

II

Hoy apenas he leído dos páginas de la autobiografía de García Bacca, las que dedica al cardenal Cayetano, al que yo veo como el último gran teólogo plotiniano. Es su visión plotiniana del Uno la que lo lleva afirmar -sin que ningún teólogo contemporáneo osara refutarlo- que la realidad divina es superior a la de la Trinidad.

III

No suelo asistir a los medios cuando me invitan a un debate. El resultado de los mismos para un ciudadano normal suele ser que hay opiniones para todo. Pero a veces me encuentro en ellos sin ir a buscarlos. Y entonces me pierde mi sentido del decoro. No se puede debatir en los medios sin llevar una navaja afilada en la cintura. Y yo suelo acudir completamente desarmado. Muchas veces sé perfectamente como hundir al otro con un argumento «ad hominem», pero sé que acabaría teniendo vergüenza de mí mismo.

"¡A tu edad yo ya era fan de Led Zeppelin!"

 I

Hay sitios en los que nada más llegar, te sientes como en casa. Y hay sitios en los que nada más llegar, comienzas a mirar de reojo al reloj, a ver cuánto falta para irte. No son los gestos ni las palabras los que diferencian estos sitios entre sí sino algo como una atmósfera difusa y sutil que, sin embargo captamos enseguida con una perspicacia precisa. La circunspección (la inspección radial) tiene saberes que la inteligencia no entiende.

II

Escribo esto en la estación de Sants. Mi mujer viene a recogerme, pero está detenida por un fenomenal atasco. Lo importante es eso, que alguien venga a recogerte. Siempre he sentido un aguijón de melancolía ante esas personas que vagan solitarias por las estaciones de tren arrastrando una maleta en espera de alguien que parece llegar nunca.

III

Mi memoria es un hervidero de imágenes: la presentación de Prohibido repetir bajo el diluvio en la fenomenal biblioteca Eugenio Trías; la comida con Pilar García de la Granja y María Blanco (es imposible viajar a Madrid y no volver con una invitación para algún proyecto nuevo); la entrevista en la televisión de Castilla y León; la cena -que ya se está convirtiendo en hábito- con ⁠ ⁠Lorena Heras, Juanjo Nieto, Jesús Manso, Jaime Juan, José Manuel Arribas y Pilar Ponce; el reencuentro con el grandísimo y tan generoso Fernando Gil al que tanto aprecio; la visita a la San Pablo-CEU, donde me siento como en casa; Valencia bajo la lluvia y en torno a un sacrosanto arroz "del senyoret"... 

IV

Soy, indudablemente, una persona con suerte. Pero como advirtió Solón al rey Creso, nadie tiene derecho a considerarse suertudo hasta que no le llega el último día de su vida.

V

Ayer le dije a mi nieto: "¡A tu edad yo ya era fan de Led Zeppelin!".

VI

El Instituto Cervantes de Tel Aviv me invita a dar una conferencia. Acepto inmediatamente ante la renuencia de mi mujer. Y Nuno Crato, que fue un notable ministro de educación de Portugal quiere que le rpesente en Madrid su último libro, titulado Apología del libro de texto.


miércoles, 18 de septiembre de 2024

La transubstanciación

Pues no sé si se lo creerán ustedes, pero esta tarde en el Tastet de la Plaza de Ocata (el Petit Cafè estaba cerrado) he pasado un buen rato, entre patatas bravas y cerveza, con Lluís Clavell, que fue presidente de la Academia Pontificia de Santo Tomás de Aquino, y Màrius Clavell, catalán compostelano y hombre sabio. Hemos estado discutiendo sobre si el cardenal Cayetano tenía razón en su crítica a la transubstanciación defendida por Santo Tomás. Y ha sido una tarde gloriosa que me ha hecho recordar aquellos versos de Homero Aridjis:

Buenos días a los seres

que son como un país

y ya verlos

es viajar a otra parte

buenos días a los ojos

que al abrirse han leído

el poema visible

buenos días a los labios

que desde el comienzo han dicho

los nombres infinitos

buenos días a las manos

que han tocado las cosas

de la tierra bellísima.

El Valle de Josafat

 I

Tendemos a creer que podemos traducir nuestra experiencia en palabras para transmitir a nuestros seres queridos no las palabras, sino la experiencia. Pero como las cosas no van por ahí, uno acaba aceptando (a regañadientes) que nuestros hijos y nietos aprendan más de su inexperiencia generacional que de las vetustas palabras del abuelo.

II

En el funeral de mi madre oí por primera vez la canción litúrgica Señor me has mirado a los ojos, etc. En realidad no me gusta mucho. Se me antoja un pelín cursi (tampoco quiero ir de iconoclasta). El caso es que en aquel funeral estaba yo llorando como una criatura. No tenía manera de secar la llorera. Desde entonces, cada vez que oigo la canción en misa, se me enturbian los ojos y, quiéralo o no (que no quiero), me pongo como un flan. La memoria de mi cuerpo guarda frescos recuerdos que la memoria de mi alma parece ir olvidando y en algunas circunstancias impone su presencia con una rotunda energía. Me digo que ya está bien, que soy un señor adulto y que la canción es un poco cursi y que vamos para los 40 años que se murió mi madre. Y, sin embargo, no hay manera. Mi cuerpo ha renunciado al olvido. Y quizás por eso cada vez sueño más con mi madre: con su manera de sujetarse el pelo con pinzas, en su manera de decirme que le enhebrase la aguja, en su manera de protestar contra mis abrazos («¡Me vas a romper las costillas!»), en su delicada manera de rebozar las verduras para la menestra, en su empeño en pintar ella el techo de la cocina poniendo una silla encima de la mesa y estirándose sobre ella a sus 80 años... Se murió convencida de que estaba a las puertas del Valle de Josafat y que mi padre, que llevaba muerto 30 años, la estaba esperando con los brazos abiertos.

Conciencia de clase

Le comenté a mi dilecto Ferran Sáez que vi en El Callao, el barrio más humilde de Lima, una enorme pintada que decía: «Aprender a aprender: ...