Hubo un ministro de Fomento que, viajando por la Mancha, mientras veía deslizarse los paisajes del Quijote, imaginaba lo que sería todo aquello con un buen plan hidráulico. De pronto, ordenó al chófer que se detuviera junto a lo que llamó “una hermosa flora”. Tras exclamar extasiado que las flores, las avecillas y las mujeres nos reconcilian con la vida, se lamentó de que hubiera incontinentes que tratasen la tierra manchega de inculta, cuando era capaz de dar esas maravillas florales. “Baja y recógeme una de esas florecillas”, le ordenó al chófer. Este le trajo tres. El ministro eligió la que más le placía y se la puso en el ojal. “Si estas flores se llevasen a Madrid –añadió- podrían ser una fuente de riqueza para la comarca”. El chófer se atrevió a plantear una tímida objeción: “Señor, pero si arrancasen esas flores para venderlas, los campesinos perderían la cosecha de las patatas…”. El ministro –digamos su nombre: Rafael Gasset- mandó poner el coche en marcha y comenzó a ensalzar el cultivo de la patata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario