I
Cuando don Cándido Nocedal asumió, allá por 1856, con Narváez, el cargo de ministro de gobernación, fue informado de que en un teatro de Madrid el público pedía todas las noches, al preludiar la orquesta, que se tocase el Himno de Riego. Si bien el asunto aún no traspasaba los límites del aforo, don Cándido, que era hombre expeditivo, ordenó al jefe de policía poner fin a aquel “refocilamiento consuetudinario”. Este servidor público era un hombre tan astuto que no sólo no soliviantó a los espectadores, cosa que de por sí ya sería admirable, sino que cumplió su misión contando con la colaboración de todos ellos.
Cuando se presentó en el teatro, permitió que la orquesta interpretara el Himno de Riego en su presencia, e incluso animó al público a recibirlo con el entusiasmo habitual. Para jolgorio de todos, cuando sonó la última nota y ya se iban a encender las candilejas, ordenó al director de la orquesta repetir da capo al fine. Esta vez también fue recibido el Himno con aplausos, aunque algo más mitigados. Cuando impuso que sonara por tercera y cuarta vez, comenzaron a insinuarse las protestas. A la quinta, el mal humor del respetable se hizo manifiesto. A la sexta, los silbidos y pataleos eran estruendosos. El empresario, enfurecido, ordenó comenzar de una vez la función, para impedir un séptimo da capo. Los músicos le obedecieron aliviados y el público aplaudió su decisión. De esta manera se tocó por última vez el Himno de Riego en aquel teatro madrileño.
II
Discutía en una noche de tertulia de manera acalorada don Cándido Nocedal con don Marcelino Menéndez Pelayo.
- Es usted el hombre de más soberano entendimiento y el de más desdichado carácter que he conocido -le dijo el primero al segundo.
Don Marcelino, por supuesto, protestó airadamente.
- Esa incomodidad -le replicó don Cándido- prueba la verdad de lo dicho. Si lo hubiera llamado tonto, se hubiese usted sonreído, porque sabe que no lo es.
III
Don Patricio de la Escosura se encuentra con Nocedal en los pasillos del Congreso.
- ¿Has visto cosa más rara que llamarte tú Cándido?
- Sí -le contestó en el acto Nocedal-, he visto una cosa más rara; llamarte tú Patricio.
La verdad, hasta ayer tan de fachas, es ahora pilar de la democracia. Puede que no sea una mala noticia para la filosofía y, en general, las humanidades
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