Cristóbal del Hoyo Solórzano y Sotomayor, Marqués de la Villa de San Andrés y Vizconde de Buen Paso (Tazacorte, Canarias, 1677- San Cristóbal de la Laguna, 1762), excusa en una de sus cartas a Judas Iscariote de una manera que da que pensar.
Tras haber oído un Jueves Santo a un predicador despotricar de manera encendida contra Judas, un soldado salió colérico de la iglesia dispuesto a darle al felón traidor su merecido. El demonio, que anda siempre al quite, se le apareció y se ofreció a conducirlo hasta su escondite. Al llegar al lugar, el soldado echó mano a su espada y hubiera acabado en un periquete con Iscariote si éste no le hubiera convencido, no sin esfuerzo, para que escuchara la verdadera versión de lo acaecido. "Atiéndame, Señor Soldado", le rogó, "y si no tengo razón, hará usted lo que quisiera de mi."
"Yo, Señor Sargento", dijo Judas, "era comprador en la casa de mi Maestro en tiempos en que no éramos en mesa más que doce, pero creció la familia mucho y el dinero era tan poco, que no me alcanzaba para el gasto. En este estado, mi Maestro, manirroto, se empeñó en que debíamos hacer una cena magnífica sin tener un cuarto. Unos judíos me dicen que me darían treinta monedas si les decía cuál era mi Maestro. Aunque no juzgué buena aquella acción, pensando que mi Maestro se paseaba por el mar como cualquiera por su casa; que atravesaba paredes, como hace el sol por los vidrios; que del agua hace vino y de cinco peces comida para muchas almas, decidí tomar el dinero, que mi Maestro ya haría de las suyas para salvarse y los judíos quedarían burlados y nosotros, remediados. Pero llegada la hora, lo agarraron, y él se dejaba agarrar como un cordero, y yo me decía para mi sayo: "¿A qué espera este hombre?" Pero viendo que se lo llevaban sin que nada de lo que yo había previsto aconteciera, me salí afuera contrito, y me colgué. Estos pocos reales me quedaron, aquí los tiene usted, y déjeme en paz, por su vida, que bastantes preocupaciones tengo yo".
Las Cartas del Marqués fueron publicadas en 1740 por fray Gonzalo González de San Gonzalo (no me invento su nombre, que ahí está Google para verificarlo).
Bueno, aún más se le complicaron las cosas a Nils Runeberg cuando descubrió que Judas había sido el auténtico mesías, según nos cuenta don Jorge Luis Borges.
ResponderEliminar(Athini Glaucopis)
Genial! Muy razonables los argumentos de Judas. Gracias, don Gregorio, por estas dos pequeñas maravillas que acabo de leer en su blog: Judas reivindicado y la Majestad negra.
ResponderEliminarCreo que ese hereje se le escapó a Don Marcelino Menéndez y Pelayo (no lo he encontrado en el índice de nombres de su "Historia de los heterodoxos").
ResponderEliminarY sin embargo hubiera merecido figurar en ella, al decir de María José Collantes de Terán:
"Haber hablado contra predicadores y contra sermones; mofarse de los religiosos, diciendo que predican disparates; hablar con desprecio de los milagros, particularmente contra los de Santo Domingo de la Calzada; decir que es bobería e ignorancia pensar que Dios es el que inspira para que se dé limosna al pobre que pide, «porque Dios no se mete en esas cosas»; que no hay que pedir la intercesión de los santos en la vida cotidiana, porque «ellos tampoco se meten en esas cosas»; burlarse de las procesiones; tener y leer libros de Lutero y Calvino en inglés y francés; decir que San Agustín había sido adulador y que había que tener cuidado con los padres de la Iglesia; que no hay purgatorio, ni santos ni vírgenes."
(Wikipedia).
Efectivamente, don Cristóbal esa tremendo. Y muy precoz en su tremendismo.
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