seguirla, defenderse; asirla, airarse;
querer y no querer dejar tocarse
y a persuasiones mil mostrarse firme;
tenerla bien, probar a desasirme;
luchar entre mis brazos y enojarse;
besarla a su pesar y ella agraviarse;
probar, y no poder, a despedirse;
decirse agravios, reprenderse el gusto
y, en fin, a baterías de mi prisa,
dejar el ceño, no mostrar disgusto,
consentir que le aparte la camisa,
hallarlo limpio y encajarlo justo:
esto es amor y lo demás es risa.
Quevedo
Menos mal que al final, en una esquina derecha como agazapado, he visto el nombre de Quevedo...qué susto por un momento creía que el autor era usted o cualquier otro de nuestros contemporáneos. Me voy a dormir más tranquilo, aunque maravillado.
ResponderEliminarWin Rikers.
Quevedo es infinito. Hay veces en que cansado de leer cosas abstrusas acudo al azar de Quevedo. Es igual por donde lo abras: nunca decepciona. A veces te hace reír y a veces... no diré que llorar, pero te clava el agujón de un interrogante.
ResponderEliminarExacto. ¿Conoce usted sus aforismos, que titula "Migajas sentenciosas"? No encuentro ahora el segundo volumen (Prosa) de sus Obras Completas publicadas por Aguilar en mi desorden de libros (más de 12.000 y sólo la mitad ordenados) para poder citar algunos de los mejores (otra prueba más de la incompetencia editorial de los editores españoles: a ninguno se le ha ocurrido editar los aforismos de Don Francisco).
EliminarHay también el soneto de Lope, que pudo inspirar el de Quevedo:
ResponderEliminarDesmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
He dicho en alguna ocasion en este foro que esta és la era de la desconfiança y que como esto tiñe todo el espacio de debate publico, nada se puede analizar sin considerarla.
ResponderEliminarHoy, Salvador Cardús en LV lo expone de forma magistral en un articulo titulado Cuando se desconfia de los hechos.
He leído el artículo, muy interesante. Decía Alan Bloom que lo único que sabían los estudiantes era que todo era relativo. Este estado de cosas ya no es algo que ocurra exclusivamente entre quienes se supone que se dedican a pensar; ahora se ha generalizado a la sociedad entera. Por supuesto que, como termina diciendo el autor, es un problema para la democracia, como lo son que se desconozcan la raíces intelectuales de nuestra sociedad (Bloom) o, simplemente, que mucha gente no piense (Arendt). No debería olvidarse, no obstante, que este estado de cosas es el que permite que funcione una economía basada en el consumo en la que la publicidad desempeña un papel clave.
EliminarEn las ciencias físicas, donde cabría suponer que las cosas son más sencillas en cuanto a encontrar verdades sobre las que podemos estar de acuerdo, hace muchos años que se ha dicho que los hechos se interpretan, se ven, a la luz de las teorías, al paradigma que en cada momento predomine.
Pero como la parroquia de este café es más bien amante de las humanidades, creo que lo mejor es recordar un hecho muy concreto de entre los que constituyeron la decadencia de la democracia ateniense, contra la que reaccionaron Sócrates y sus dicípulos: la aparición de los sicofantas, quienes, por dinero, ponían denuncias falsas. Está bien explicado en el artículo de la wikipedia, así que no diré más. La naturaleza humana, como sospechaba Tucídides, no ha cambiado desde entonces, y la libertad de un régimen democrático va a ser aprovechada por algunos para propósitos que no son buenos.
En un punto encuentro parcial el artículo: menciona a Trump, pero ¿y los hechos de Clinton?. Le disculpa que leyendo prensa española no se pueda encontrar casi nada al respecto.
Sobre los sicofantas -o sicofantes- tiene un artículo excelente Xavier Massó en su blog: http://xavier-masso.blogspot.com.es/2013/04/sicofantes.html
EliminarBien traido lo de que "lo único que sabían los estudiantes era que todo era relativo."
EliminarLo relativo es importante en algunos aspectos de la ciencia però la vida de una persona se basa en certezas por parciales i precarias que sean. I relativizar puede tener su momento. Màs allá, la alienación que es mi palabra perdida favorita.
És un relativismo fuera de su sitio. Una cuestión de demarcacion.
Tiene razón. Ahora bien, lo que es peor todavía, y es, creo a lo que se refería Bloom, es a que ese "todo es relativo" se use como excusa para, simplemente, negarse a aprender, a pensar, algo que Bloom empezó a ver en los estudiantes y que hoy es tan generalizado. En concreto, en humanidades hay que conocer a los clásicos, aunque sea para luego estar en desacuerdo con ellos, hay que conocer la tradición, aunque luego uno se rebele contra ella. El libro que se terminó llamando The closing of the american mind iba a llamarse, ésa era la intención de Bloom, Souls without longing.
EliminarVolviendo al artículo que usted cita, estamos en la era del counterknowledge, es a veces imposible saber cuáles fueron los hechos. En la entrada que ahora mismo es más reciente de este blog, D. Gregorio menciona una carta de Gorkin a Ridruejo. ¿Quién era Gorkin entonces? Según algunos, un hombre honesto y desencantado del comunismo que había profesado y por el que se había jugado la vida, como resultado haber visto lo que era el stalinismo; ahora bien, según otros, era un agente de la CIA.
A nadie le interesa buscar la verdad, sólo usar una versión como si lo fuese, como argumento partidario. Pero eso ha sido siempre así, ahí están los clásicos. Lo de pensar siempre ha sido cosa de unos pocos, queda feo pero es así. Y a veces esos que piensan tienen que tener cuidado de no ir demasiado contra los dioses de la polis.
De lo complejo de Quevedo da idea que era leído por Spinoza, lo cual escandalizaba un tanto al historiador Yosef. H. Yerushalmi (lo cuenta en su obra Sefardita, ed. Chandeigne).
ResponderEliminarY habría escandalizado a su comunidad (todavía más) ver a un judío leyendo al autor de aquella pulla a Góngora que empezaba "Yo te untaré mis obras con tocino..."
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