El deseo de echar paladas de tiempo al tiempo, enterrarlo bien hondo, para que no duela; que entre el tiempo y mi tiempo haya tiempo suficiente para el recuerdo de su presencia y el olvido del dolor de su ausencia. «El tiempo es un dios consolador», decían los griegos. Pero a veces avanza tan despacio con su consuelo...
¿Y por qué consuelo? ¿No tengo contraída acaso la deuda del recuerdo?
Mis difuntos han creado un círculo en torno a mi tiempo y con cada paso que dan en su danza, el círculo se estrecha un poco. Desconozco, por supuesto, se seguirá así, a este ritmo, el proceso o si en el momento menos pensado llegue, como el ladrón, el fin del «mientras tanto».
el paisaje de mi vida tiene un limite movil, el horizonte. Mientras camino hacia él, éste se me viene encima como un recuerdo cada vez más nítido de mi final. No olvidenos que el "horós" es aquel mojón de piedra erigido en el limite de nuestras tierras, que además servía de señal para la cuenta atrás de la deuda contraida como hipoteca sobre el terreno. De modo que cuando un terrateniente habia saldado su hipoteca la piedra a modo de menhir y horós, desaparecía del paisaje.
ResponderEliminarE(R/S).
LLega la edad en la que se va pensando cada vez más en "el hecho". Personalmente, cada vez tengo más presentes a mis padres, fallecidos ya hace más de 50 años. Conversando con mi niero hace unos días, él me propuso una actividad a desarrollar durante varios años. Le respondí que debía pensar que yo estoy más cerca del final que del principio, por lo que quizá no fuera sensato iniciar esa actividad. Se quedó pensativo y tuvimos una charla preciosa sobre la vida. Nunca pensé que un chaval de 15 años recién cumplidos, eso sí, muy coherente en todos los aspectos que yo conozco de él, pudiese razonar de manera tan precisa. Me encantó.
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