Basta que te hagas un corte en la yema de un dedo -me lo hice cortando plantas en nuestro minijardín- para que tu dedo se convierta en tu embajador en la realidad. Hagas lo que hagas, acabarás dándote un golpe en la herida y redescubriendo sin parar que tú no eres nada, que es tu circunstancia la que lo es todo. Así que eso de la autonomía, queda bien como eslogan, pero no hay nada más precario que ella. Sigo preparando la reedición de Matar a Sócrates, que me está llevando mucho más tiempo de lo que suponía, porque pensar, en mi caso, al menos, es difícil, cansa mucho y con frecuencia no te lleva a ningún sitio. Pero lo peor no es esto. Lo peor es comprobar que en lo que has considerado una conclusión razonable se oculta una pregunta que no has formulado porque está oculta precisamente por tu confianza en la conclusión. Ando, al mismo tiempo, con los últimos toques de un libro que saldrá en noviembre con el título de La dignidad del mediocre y el subtítulo de Pequeña filosofía de las cosas inacabadas. ¡Mira que me resulta siempre complicado escribir la contraportada. Pues en ello estoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.