Es un lugar común y, por eso mismo, debe ser tomado en serio: ¡Qué rica sabe la salud cuando nos falta! ¡Y qué poco la valoramos cuando la tenemos toda, íntegra, para nosotros y todo lo que nos duele es una mala postura circunstancial! Hay en nosotros una tendencia permanente a querer más, a estar descontentos con lo que tenemos, a soñar despiertos en lo posible. Platón la llamaba «pleonexía», que, exactamente significa «tener más». No se le escapa que es bueno disponer de energía para empujarnos a nosotros mismos hacia arriba, pero tampoco que lo que solemos hacer con ella es ampliar caprichosamente el horizonte de nuestros deseos. ¿No es esta continua insatisfacción con lo real algo muy infantil? Acaso nunca superemos la infancia y lo que ocurre es que construimos sobre ella lo que llamamos vida adulta que bien pudiera ser el arte de darnos razones para creer que somos lo que no somos, adultos. No estoy proponiendo lo imposible, la renuncia al deseo, sino lo conveniente: desear, primero, lo que ya tenemos.
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