sábado, 20 de diciembre de 2014

La voracidad de nuestro olvido

Tras la comida me he refugiado un rato en las páginas de Santiago Valentí Camp, con la alegría de saber que me estaba esperando en ellas ni más ni menos que Ángel Ganivet. 

Me ha gustado esta anécdota de los años de escuela del granadino. Un día el profesor de retórica les escribió en la pizarra diez palabras que serían las terminaciones de una décima que debían componer los alumnos. ¡Toma deberes! Todos obedecieron disciplinadamente al profesor. Todos... excepto el joven Ganivet, que alegó que "para decir tonterías en verso era mejor escribir en prosa o no escribir ni en prosa ni en verso, que es lo que él hizo".

No conocía tampoco que dos días antes de su suicidio, el 27 de noviembre de 1898, dejó en el domicilio de un amigo un escrito en el que entre otras cosas confesaba; "No recuerdo haber hecho mal a nadie, ni siquiera en pensamiento; si hubiera hecho algún mal, pido perdón".

Creo que Valentí Camp acierta cuando sostiene que Ganivet fue un error del espacio y del tiempo. Estaba destinado a nacer en otro lugar en otro tiempo. "Nació demasiado pronto para vivir con intensidad y expansión sus ideas reformadoras, basadas en la tolerancia, la ética sin obligación ni sanción y un humanismo integral, o demasiado tarde para vivir con la nobleza y la hidalguía propias de los tiempos caballerescos". Pero me pregunto si en nuestra historia no hay demasiados personajes así... ¿Será España una singularidad espacio-temporal? Deberíamos consultar nuestro destino con Hawking.

Cuando más leo a Valentí Camp más me doy cuenta de la voracidad de nuestro olvido. 

6 comentarios:

  1. Aunque quede poco elegante lo de citarse, apunto un vínculo para quien quiera echarle un vistazo:
    http://diariodeunartistadesencajado.blogspot.com.es/2014/10/el-testamento-literario-de-angel-ganivet.html
    Tenía pendiente Los trabajos del infatigable creador Pío Cid, y al fin me di el gustazo, jubilación mediante.

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    1. A mi me parece muy elegante esto de entrecruzarnos enlaces.

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    2. D. Juan, no he leído a Ganivet (quiero pensar que todavía, pero reconozco que tengo demasiadas lecturas pendientes, incluso si me esperan largas estancias convaleciendo), pero me ha encantado lo que ha escrito usted sobre su obra, no tanto por la obra o el autor, que, como digo, no conozco, sino sobre todo por lo agudo y bien escrito.
      Las líneas "Una vez terminada la carrera se encerró en el pueblo con sus padres y allí pasó los años vegetando, como caballero pobre y que se resiste a doblar la raspa; a lo sumo, dedicaría sus ocios a leer libros y cultivar las musas, pues sólo así se explicaba su vasto y enmarañado saber" me recuerdan, no sé si muy justamente, a Nicolás Gómez Dávila, a quien trajo a este café D. Gregorio alguna vez, "y diciéndolas, no a muchos hombres reunidos, que después se van y no vuelven a acordarse más de lo que oyeron, sino a uno y luego a otros según sus entendederas" al tío Strauss, o mejor a la caricatura que de él pintaran sus torpísimos detractores. No diré lo de Silvestre Paradox, porque ya he visto que a Vd. también se lo parece, aunque sea poco.
      Lo del fracaso con la cátedra me recuerda a aquellos opositores a catedrático de los que Galdós (El amigo Manso) y Pérez de Ayala (Belarmino y Apolonio) dicen que sabían más que los catedráticos. En fin, gracias.

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    3. Bacon, don Juan Poz sabe mucho y escribe mejor.

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    4. Quiá, la Navidad, a Vd. tan cristiano, que le ha reblandecido la estimativa,Gregorio...
      Y gracias, al barón Verulam, por apreciar mis desvelos intelectores.

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  2. Yo soy antediluviano, Gregorio, y aún llevo impreso en la cartilla de urbanidad que hablar de lo de uno o de uno mismo es una grave falta de educación... que incumplo sin excesivo remordimiento, todo sea dicho.

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