martes, 10 de septiembre de 2013

Tres impertinencias

Artículo de El Periódico

Como la pedagogía se ha convertido mayoritariamente en un género literario, tendemos a ignorar los tres principales retos de nuestro sistema educativo.

En primer lugar, hay que repensar, de arriba abajo, la supuesta relación entre inversión educativa y progreso económico, visto que las ingentes cantidades de dinero que hemos dedicado a la educación en los últimos veinte años no han impedido que la «generación mejor preparada de la historia» esté en paro. ¿Cómo es que todo ese dinero no nos ha ayudado a reducir los efectos de la crisis? ¿Y si la respuesta a esta pregunta se encontrara en nuestra incapacidad para tomarnos en serio la excelencia? Vivimos en un país en que es de buen tono ideológico hacer bromas sobre la excelencia. Sin embargo, esta actitud no pone de manifiesto una ideología, sino una profunda ignorancia. En los países de la OCDE, un 4,1% de los alumnos obtienen resultados excelentes. Nosotros nos conformamos con un 1,3%. Ocupamos el puesto número 39. De los países de la Unión Europea, únicamente Grecia está detrás de nosotros. Pero la proporción de alumnos excelentes tiene mucho que ver con el talento futuro de un país y, por lo tanto, con su habilidad para competir y crecer en una economía global cada vez más basada en el conocimiento.

En Shanghái la excelencia es del 14,6%; en Singapur del 12,3%. En Nueva Zelanda, Finlandia, Hong Kong, Japón, Australia, Corea, Holanda, Canadá, Bélgica y Estados Unidos se encuentra entre el 5% y el 10%. Hemos conseguido tener un sistema educativo que produce más fracaso escolar que excelencia. Y no porque sea muy exigente, sino más bien por lo contrario.

En segundo lugar, convendría resaltar que, en contra de lo que parecen sugerir nuestros debates educativos, nadie es inmoral por enviar a su hijo a una escuela privada. Sí lo es si, de manera consciente y teniendo otras alternativas, lo envía a una mala escuela, sea pública o privada. Pero las escuelas malas, que existen, suelen estar camufladas. La Administración debería ofrecer a los padres o información suficiente para garantizar su elección libre o la garantía de que actuará con contundencia contra los centros manifiestamente mejorables.

En tercer lugar, debiéramos preguntarnos para qué exactamente les sirve la escuela a los niños de familias pobres, dado que los criterios más fiables para predecir el éxito escolar son los relacionados con el nivel cultural de las familias. Si un niño accede a la escuela con un vocabulario de 3.000 palabras, no solamente está en mejores condiciones de partida que un compañero que tenga un vocabulario de 1.000 palabras, sino que su ritmo de desarrollo será más rápido, incrementándose progresivamente su diferencia.

¿Qué les ofrecemos a los rezagados, a esos niños que ya en los primeros cursos de primaria vemos que van directos al fracaso? Tomarse en serio su situación significaría darles en la escuela lo que no pueden recibir en casa. Estos niños necesitan más horas de escuela y más contacto directo con maestros excelentes. Y lo demás es cuento.

7 comentarios:

  1. Una cosa son las bromas sobre la excelencia y otra, muy distinta, la sistemática marginación de los excelentes y su conversión en frikies risibles que se da en muchísios centros escolares. El buen tono, casi por regla general, lo marcan los tontos orgullosos de serlo. Esos sí que son "pal de paller" de la degeneración del sistema. Ahora bien, cuando la marginación deviene acoso, suele ser el acosado el que acaba marchando de la escuela, para satisfacción de los gallitos capones.
    Durante años y años me resistí al poderoso impulso hacia la asunción del determinismo puro y duro a que empuja la práctica de la profesión docente, pero he sido vencido. Muy mal ha de estar la sociedad y el sistema para que en un escrutinio inicial de cualquier curso podamos decir en junio, con apabullante exactitud, quiénes repetirán, quiénes tendrán dificultades insalvables y dependerán de nuestra caridad laica o cristiana, quienes pasarán por los pelos y quienes irán sobrados. Y los docentes en medio: sin contribuir a la excelencia de los pocos ni remediar el analfabetismo funcional de la mayoría. Hay muchos delirios de grandeza en los responsables educativos, y mientras esa debilidad mental no cambie, de poco valen ni los dineros ni los esfuerzos de quienes luchan no sólo contra el sistema, sino, sobre todo, contra una sociedad que se opone casi fervientemente al conocimiento. Que no nos quiten los Euromillones ni el cuponazo, y Carmina o revienta...

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    1. Tienes razón, Juan. Será difícil decirla a nuestro sistema educativo "levántate y anda", pero no me da la gana estar callado.

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    1. La versión cassolana de este artículo es el bolígrafo de tinta verde con que nuestra inefable consejera sugería que se hicieran las correcciones para no traumatizar a los educandos. Tot plegat, pura debilidad mental y buenismos zapateristas, porque lo malo aun hasta del enemigo se nos pega...

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    2. Pocas ideas psicológicas han hecho más daño a la infancia que la de la autoconfianza.

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  3. Este verano después de 25 años, volví a ver a una de mis profesoras de EGB, una de las personas que más me ha marcado negativamente. Después de 25 años sin vernos, su pregunta fue a los 15 ex-alumnos que estamos ese día con ella ¿estáis casados?...(decir de los 15 sólo dos tenemos una carrera, pero eso ella no lo sabe porque no tuvo el interés de preguntarlo)

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  4. Qui escull "mestres excel·lents"? Potser ho faran inspectors, directors.... tots ells ex-docents, fracassats, dessertors de les aules i refugiats en labors administratives?

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