domingo, 4 de noviembre de 2012

En la muerte de un olvidado


"A los 18 años de edad, Thomas Szasz huyó, con su hermano George, de Hungría, que se preparaba para recibir visitantes poco recomendables. Pensó, como Billy Wilder, que los judíos pesimistas se volvieron a encontrar en Hollywood y los optimistas en los campos. Todas las formas de optimismo o  progresismo le fueron extrañas. Se interesó por la psiquiatría antes de practicar el psicoanálisis. Su insolencia natural lo condujo rápidamente a conclusiones similares a las de Karl Kraus, a saber, que el psicoanálisis es la enfermedad mental que se cree su propia terapia. Pero reservó su sarcasmo para la psiquiatría (a la que no concedía más crédito que a la religión). Lo que molestó especialmente a sus colegas es que todo esto lo enseñaba en la Universidad. Era, por supuesto, partidario del libre consumo de drogas, así como del suicidio asistido, y hostil a lo que él llamaba la "farmacracia". Su último libro, publicado en 2011 por la Universidad de Siracusa, lleva un título bien explícito: La prohibición del suicidio: la vergüenza de Medicina. De manera brutal señala: "Si usted no sabe qué hacer con su vida, puede dejarla de lado como un asunto pendiente, o decidir que no vale nada y desecharla. Después de todo, es bastante razonable deshacerse de los detritos que obstruyen ... ¿Por qué hay que considerar entonces que deshacerse de la vida sea un síntoma de una enfermedad mental? '"


Roland Jaccard

8 comentarios:

  1. El gato de Schrödinger2:41 p. m., noviembre 04, 2012

    Thomas Szasz me provoca reacciones contrapuestas. Por un lado, hay que reconocer que la psiquiatría, por aquella época en que él comenzaba a publicar sus libros, y su práctica cotidiana, dejaban mucho que desear, y propiciaba feroces ataques como el de "Alguien voló sobre el nido del cuco". Szasz era además un defensor de la libertad individual, algo que le honra. Por otro lado, la antipsiquiatría fue demasiado lejos al negar la enfermedad mental, y queda para la historia casi como un callejón lateral del movimiento contracultural.

    Otra cuestión es que muy poca gente se quita la vida por consideraciones filosóficas. Ni siquiera Cioran lo hizo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Don Gato, me alegro de que ya seamos dos los que nos acordamos de este hombre. La antipsiquiatría fue un fenómeno que visto con el paso del tiempo, cada vez se parece más a una rabieta infantil. Pero ninguna generación esta a salvo de estas rabietas.

      Michel Foucault apreciaba muchísimo a Szasz, e incluso consideraba su "Fabriquer la folie" superior a la "Histoire de la folie à l’âge classique". A la historia quedará el admirador y el admirado caerá en el olvido.

      Respecto a la vida, sí, en efecto, la vida no se cree los nihilismos filosóficos. Es más fácil quitarse de enmedio por un exceso de fe que por falta de fe.

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  3. Por eso el nihilismo se muestra, a veces a su pesar, bastante jocoso.
    Asistí de muy jovencita a una conferencia (llena hasta la bandera) de un italiano, antipsiquiatra famoso, el nombre del cual mis neuronas no consiguen ahora iluminar... Ay. Bueno, el hombre iba repitiendo que había que dar la palabra a los locos... Y salió, de entre el público, un loco que quería hablar. Yo creo que fue un montaje de algún enemigo, pero tan bien hecho que le fastifió totalmente el acto. Siempre me acordaré. Qué cosas.

    ResponderEliminar
  4. El mismo, gracias. Repetición de comentario, no sé cómo lo logro...

    ResponderEliminar
  5. Si le hablas a Dios, estás rezando; si te responde, tienes esquizofrenia.
    - T. Szasz
    http://www.juandemariana.org/comentario/5617/thomas/szasz/nueva/psiquiatria/libertaria/

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por el enlace. Recomiendo la lectura del artículo de Adolfo D. Lozano

      Eliminar

La Isla de Siltolá

 I Finalmente, después de varios intentos fallidos, el mensajero nos ha encontrado en casa y me ha entregado los ejemplares de Una triste bú...