lunes, 3 de septiembre de 2012

Sin la música...

"Sin la música la vida sería un error".

Esta máxima aparece en El crepúsculo de los ídolos, una de las últimas obras de Nietzsche (1888), pero la había madurado previamente, como lo pone de manifiesto el hecho de que la encontremos en su correspondencia con un compositor (Peter Gast) y un filósofo (Georg Brandes). Se trata de un aforismo tan redondo que inmediatamente creemos comprender su significado... pero quizás sólo entendamos su melodía. ¿Y si era eso precisamente lo que pretendía Nietzsche?

Esta declaración apasionada de amor a la vida y a la música tiene la forma de un aforismo y, como tal, en su simplicidad formal se sugieren muchas cosas.

La fuente de Nietzsche es Schopenhauer, que en el parágrafo 52 de El mundo como voluntad y representación defiende que la música es la expresión del mundo, más aún: que es la expresión del ser verdadero de las cosas, de la realidad íntima, del mundo en-sí… es decir, de la voluntad. Si lo entiendo bien, lo que nos está diciendo es que la música es el sonido específico del brotar de la naturaleza, de esa emergencia que lleva a las cosas desde el misterio de su origen a la eclosión de su forma. Es "una copia inmediata de toda la voluntad que es el mundo.” Así como las palabras son el lenguaje de la razón, la música sería el lenguaje de un mundo que se pone de manifiesto en nosotros de forma inmediata a través del sentimiento y la pasión. Y así como el lenguaje de la razón nunca acaba de comprender el del sentimiento, tampoco comprende el de la esencia última del mundo expresada en la música. La música no expresa "esta o aquella alegría particular y determinada, esta o aquella aflicción, dolor, espanto, júbilo, diversión o sosiego, sino la alegría, la aflicción, el dolor, el espanto, el júbilo, la diversión y el sosiego mismos, en cierto modo, in abstracto; expresa su esencia sin accesorio alguno".

Desde este punto de vista se entiende mejor (entiendo mejor) lo que dice Nietzsche, en un fragmento de 1971 que ya hemos visto, sobre la imposibilidad de que la música se ajuste a las palabras sin traicionarse, porque el de las palabras, simplemente, no es su lenguaje.

Precisamente porque la música y el mundo fenoménico son dos expresiones diferentes de una misma cosa, la música mantiene una relación íntima con el verdadero ser del mundo y difiere de manera inevitable de las artes figurativas. Estas últimas son copias del fenómeno (o, en palabras de Schopenhauer, "de la adecuda objetividad de la voluntad"), mientras que la música es expresión de la voluntad misma. Apropiándose del lenguaje de los escolásticos, Schopenhauer añade que si los conceptos son los universalia post rem, la música ofrece los universalia ante rem y la realidad los universalia in re.

Pero si la pretensión de la filosofía es la expresión del ser del mundo en conceptos muy generales, la teoría de la música sería estrictamente hablando, filosofía.  

Leibniz, pitagorizando, definió la música como “exercitium arithmeticae occultum nescientis se numerare animi” (un ejercicio oculto de la aritmética por parte de un espíritu  que no sabe que está contando). Schopenhauer lo corrige de esta manera: “Musica est exercitium metaphysices occultum nescientis se philosophari animi” (la música es el ejercicio oculto de la metafísica por parte de un espíritu que no sabe que está filosofando).
Nietzsche se hace eco de esta reflexión de Schopenhauer sobre la música en varios lugares de su obra, por ejemplo en el parágrafo 16 de El nacimiento de la tragedia. Cito este caso porque aquí relaciona la tesis de Schopenhauer con la tesis que Wagner expone en su Beethoven a cerca de que la música ha de ser juzgada según unos principios estéticos completamente diferentes de todas las artes figurativas.
Parece que es en el sentido más propiamente schopenhaueriano como hemos de entender la osadía de Nietzsche al llamar a la música, en El nacimiento de la tragedia, arte dionisíaco, a diferencia de los artes figurativas, que serían apolíneas.

3 comentarios:

  1. Sigo con atención estas disertaciones, Gregorio, me interesan sobremanera. Para el que es músico como es mi caso, son un espejo de sabiduría...el tono y el gesto, estas definiciones de Leibniz y Schopenhauer...me llama mucho de la música de Nietzsche el tono gentil y asequible que tiene, como sabe, fue ácidamente ignorado por Wagner y Von Bülow. Poco le importó, era un alma libre y romántica como haya habido pocas. La inocente sencillez de sus composiciones, cargadas con una espiritualidad ajena al parnaso musical alemán, tienen la misma exacta honradez de su filosofía:

    Le traigo un video de su pieza para piano a cuatro manos, Nachklang Einer Silvesternacht, aunque sólo sea por deferencia con este proyecto hermoso que tiene entre manos y los pensamientos y citan que lo alumbran, a los que volveré a buen seguro muchas veces. Gracias.

    http://www.youtube.com/watch?v=f3khPVc4DaA

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Manuel.
      No hay duda de que Nietzsche no es un genio de la música... pero yo encuentro muy interesantes algunas de sus piezas, como ésta que nos invita a escuchar usted.

      Eliminar
    2. Lizst pensaba lo mismo, y a mi me parecen de un lirismo contenido y encantador. Lo prefiero mil veces a esas cumbres borrascosas del anillo de los nibelungos para cuya comprensión ( y aguante) me veo afortunadamente limitado por ser del Mediterráneo.
      Salud

      Eliminar

Júbilo

I Amanecer en Atocha. Todos estamos de paso. Las estaciones son monumentos al desarraigo, especialmente a esta hora de la mañana, cuando aún...