lunes, 17 de septiembre de 2012

Pedagogía y trinchera


Me encuentro casi al mismo tiempo con estas cuatro noticias:

1) Uno de cada dos profesores franceses tiene contratado un seguro específico que le cubre los riesgos del ejercicio de su profesión, especialmente los relacionados con la violencia escolar. 

2) Un profesor siciliano acaba de ser condenado a quince días de cárcel, que deberá cumplir íntegros, por haber castigado a un niño a copiar cien veces "Sono un déficiente". La corte de casación de Palermo ha considerado que "el profesor ha mortificado la dignidad del niño y faltado en consecuencia a sus deberes de educador".

3) Un estudiante musulmán le ha dado una tremenda paliza a un profesor en el pasillo de un instituto de Burdeos, al considerar que éste había tenido una actitud ofensiva con el Islam.

4) En la localidad francesa de Buxerolles la madre de un niño de cuarto curso del colegio Jules-Verne le ha dado un sonoro tortazo a la profesora del niño por haber escrito en lo que en Francia llaman "le carnet de correspondance du collégien" (una especie de agenda a través de la cual se comunican padres y alumnos) que su criatura se había olvidado de hacer los deberes.

Más allá de la muy diferente valoración que me merecen estos casos, intuyo que son la parte visible de un iceberg cuyo tamaño real desconocemos.

Pero... esto no es todo. me acabo de enterar (23: 49 h) que aquí mismo, en Barcelona, unos padres han denunciado a un centro por castigar a su hijo de cara a la pared, considerando que ha sido sometido a un trato vejatorio y que ha tenido que recibir atención psicológica. Una pedagoga de Rosa Sensat se pone del lado de los padres porque "no cree que ningún niño se merezca pasar por ese trance".

 

11 comentarios:

  1. Sembramos peras y queremos kiwis.

    De todos modos, señor Luri, para empezar un lunes no es precisamente la alegría de la huerta...

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  2. En cualquier tumulto, al menos en los tumultos europeos, siempre hay muchos más polis heridos que tumultuosos, los coles son un reflejo de la situación general.

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  3. El gato de Schrödinger2:01 p. m., septiembre 17, 2012

    En la República de Platón, esto no pasaba.

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  4. Sin duda que se lo merecen todos. Por docentes y por funcionarios. Lo que una humanidad miedosa no puede soportar.

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  5. habrase visto, en mi epoca de escuela nos ponian a hacer 100 veces no debo hacer tal o cual cosa, los maestros de antaño nos daban tremendos pellizcos y uno que otro reglazo y no por eso hemos ido a parar al panteon o psicologo,se debe corregir a los niños y aunque estamos de acuerdo que hay reglas para todo; luego nos quejamos que no saben nada, puesto que ya cambian hasta la manera de escribir cambiando "k" por "c" en komer aki kampo, "v" por "b" vueno o bamos , u omitiendo las "h" como ablar avia ido

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    Respuestas
    1. Gebreisol

      Corregir sí, castigar no.

      Además hay que tener presente el especial estatuto de un menor que por definición tiene limitadas sus capacidades. ¿Cree usted que el mejor modo de educar a un niño es decirle que cuando hace algo que el profesor juzga inadecuado deberá escribir cien veces: soy un deficiente? ¿De qué modo juzgará a sus semejantes cuando sea adulto? Y, sobretodo, ¿qué medidas adoptará para cambiar las situaciones que él juzgue inadecuadas?

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  6. Hice el preescolar en una escuela de curas, allá por el pleistoceno cuando Carrillo todavía andaba por el exilio y las porras vestían de gris. De esos días guardo dos recuerdos en mi memoria y en mi retina con gran nitidez: Un día que me castigaron de rodillas, cara a la pared, con los brazos en cruz y un par de libros en cada mano. No he olvidado el castigo, pero no recuerdo el porqué ni qué pretendía corregir (ni si lo logró).
    Otro día, por alguna razón que se me escapa, en lugar de subir a clase tras el recreo nos concentraron a todos en una sala en la planta baja de la escuela. Por turnos, en grupos de cuatro o cinco chicos, nos hicieron entrar en un despacho anexo. Allí aguardaba sentado el profesor, que uno a uno nos hizo bajar los pantalones y a horcajadas sobre sus rodillas, nos propinó a todos unas sonoras palmetadas en las nalgas. En este caso también ignoro el motivo del castigo. De hecho puedo recordar que ni siquiera en ese momento supimos ninguno de los niños por qué nos habían castigado.
    Creo que no hace falta que le diga qué opinión me merecen los castigos, en especial esos que no sirven para corregir las (supuestas) faltas.

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  7. Gebreisol

    Propongo que a partir de ahora todas las empresas tengan una pizarra para que, cuando un empleado se equivoque, el jefe reúna a todos los empleados ante la pizarra y obligue al inepto a escribir en ella:

    Sono un déficiente.

    También se podrían adquirir pizarras para el Parlamento, los cuarteles y los hospitales.

    De este modo sin duda mejoraría la economía, la política, nuestro régimen de libertades y la sanidad. Y todo por unos pocos euros en pizarras y tizas.

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