lunes, 18 de junio de 2012

La escuela 2.0

Seymour Papert fue el primer gran profeta de la escuela 2.0. De eso va a hacer pronto treinta años. Todos los profetas que han venido después no son sino profetas menores, porque no han hecho más que repetir sus palabras variando la entonación. La profecía de Pappert puede resumirse de esta manera: La escuela del futuro será muy diferente de la del pasado y el maestro tiene que saber a qué juega, a perpetuar el pasado caduco o a anticipar el futuro esplendoroso. El elemento diferenciador será la tecnología. La escuela del pasado es la que tiene lugar en aulas con maestros enseñando y poniendo exámenes y alumnos agrupados por edades siguiendo un curriculum cerrado. Todo esto ha de saltar por los aires para dar paso a nuevas formas de aprendizaje con nuevas tecnologías que se propongan, más que acumular contenidos, desarrrollar las mentes. 

Pero van pasando los años y la escuela se resiste a morir y las mentes a desarrollarse. Y no porque no se hayan experimentado todo tipo de escuelas en la línea propugnada por Pappert. De hecho, a mi modo de ver, lo que habría que explicar no es la permanencia de la escuela antigua, sino la escasa capacidad de convicción de la escuela del futuro. Pero, sin duda, es mucho más fácil criticar la escuela “antigua” que crear otra nueva. 

Como todo lo antiguo nos incomoda, los evidentes límites de nuestras escuelas se los achacamos a la carcoma de su antigüedad (no, evidentemente, a nada que tenga que ver con la naturaleza humana). No hay mejor manera de descalificar un proyecto que tacharlo de antiguo. En nuestro tiempo lo antiguo se opone, más que a lo moderno, a lo bueno. Pero hablar de nuestras escuelas como de escuelas antiguas es, con toda evidencia, injusto. La escuela no deja de cambiar. Hoy hay muchos más aparatos electrónicos en nuestras escuelas que los que Papert podía imaginar en 1984. 

A la horas de evaluar el grado de integración de las modernas tecnologías en una escuela conviene tener bien presentes, al menos, estas cuestiones:
  • La dimensión política de la escuela. La escuela no tiene por objetivo único la transformación de los alumnos en terminales eficientes conectadas a una red de informaciones múltiples, su misión es formar ciudadanos conscientes de su ubicación histórica.
  • La dimensión humanizadora de la escuela. No podemos ignorar nunca la relevancia de la relación cara a cara en la educación, porque educamos, fundamentalmente, con nuestros estados de ánimo y nuestras convicciones.
  • El potencial acceso a la información no nos hace, por sí mismo, más educados. Incluso puede ser la forma moderna del hombre sin atributos, que no por más moderna es menos inquietante.

3 comentarios:

  1. Me parece muy interesante; de verdad que sí.

    Me da la impresión de que a Papert le ha pasado lo que a la mayor parte de los "descubridores", que tienden a cifrar la realidad íntegra en su hallazgo.

    Como bien dices, cualquier centro docente hoy tiene abundante tecnología. Todavía recuerdo mis tiempos universitarios con una disputadísima y estruendosa impresora para toda la Facultad cuya velocidad nos resultaría hoy inaceptable. Esa tecnología va ocupando un lugar, pero la parte no suple al todo, que es lo que parece que va a pasar cuando algo nuevo llega.

    Además, ahora vamos constatando que las tecnología no son una excepción a la hora de traer consigo su puñado de contraindicaciones. Y es que la "persona" se manifiesta realmente como diría San Juan de la Cruz en "presencia y figura".

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  2. Lo más importante será siempre desarrollar las ganas de aprender. La escuela no termina nunca. Pero ¿Con qué criterios aprendemos?

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  3. Yo creo que lo fundamental en la enseñanza son dos cosas: un señor que tenga ganas de aprender y un señor que sepa y tenga ganas de enseñar. Nada más. El soporte puede ser una hoja de papel o la pantalla de un ordenador. Pero si no se cumplen las premisas anteriores, mal vamos.

    Pero lo peor de todo es que los centros educativos se han llenado de aparatos electrónicos que nos han vendido como la panacea del proceso educativo y que no sirven prácticamente para nada, siendo amables. En mi opinión, las TIC tienen su sentido como herramienta de apoyo, no como eje de la enseñanza.

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Júbilo

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