miércoles, 3 de agosto de 2011

La prudencia

Si la política fuese un apartado de la teoría política, los grandes teóricos políticos serían los grandes políticos, porque sería lógico esperar de ellos la mayor competencia deductiva. Claro que si este no fuera el caso, habría que sospechar de toda moral que decretara su supremacía sobre la política (que es lo que hacen Rawls o Nozick, que en esto van de la mano). Pudiera ser, en definitiva, que la política tuviera su propia lógica y que cada hecho político se explicara mejor desde la política que desde la teoría. Es esto último lo que nos sugiere Aristóteles al insistir en la especificidad de las cosas humanas. Si fuera así, la capacidad para captar la especificidad del hecho político (la inducción política o la prudencia) sería lo propio del político genuino. Claro que entonces entre ética y política siempre existiría, por la propia naturaleza de ambas, un inevitable  campo de fricción.

El 15 de octubre de 1972 el New York Times publicaba una carta de apoyo a Nixon, que se encontraba en campaña electoral compitiendo con George MacGovern. Estaba firmada por 40 relevantes profesores universitarios, entre los que se encontraban Leo Strauss, Milton Friedman, Robert Nisbert y W.V.O. Quine. Ya habían pasado, pues, cuatro meses del allanamiento de la sede central del Partido Demócrata en el edificio Watergate. Faltaban 22 meses para que Nixon dimitiera por el escándalo.

Los argumentos de los firmantes partían de esta premisa: "De los dos principales candidatos para la Presidencia de los estados Unidos, creemos que Richard Nixon ha demostrado una mayor capacidad para un prudente y responsable liderazgo". Por esta razón confesaban su decisión de votar a Nixon y animaban a los ciudadanos norteamericanos a hacer lo mismo.

Claro que siempre se puede decir que comparando a Nixon con McGovern, los firmantes de esta carta tenían razón. Pero me temo que entonces ya estamos haciendo política.

1 comentario:

  1. Cuentan que una cita entre Tarradellas y Casals acabó mal, según Casals porque él hablaba de moral y su interlocutor de política. También cuentan que Tarradellas acusaba en privado a Casals de no ser la buena persona que el mundo admiraba.
    Inmediatamente después de la elección de Obama, un periodista de la por entonces CNN plus entrevistó a ese curioso personaje que es S.G. Payne. Payne, desolado para desolación del periodista, dijo no haber visto nunca en su país tanta emoción en la política.
    Pongamos que, como el champán, el voto debería servirse casi helado.

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