miércoles, 29 de abril de 2009

De besos y almas

Entre las colecciones de epigramas antiguos hay uno especialmente hermoso atribuido -me parece que sin mucho fundamento- a Platón que me atrevo a traducir de la siguiente manera:
Mientras abrazaba a Agatón tenía mi alma en los labios.
Se asomaba, infeliz, como queriendo adentrarse en su cuerpo

Este epigrama tuvo cierto éxito en la Antigüedad. Un amigo de Aulo Gelio, en el siglo II, lo recreó así:
Cuando con los labios medio abiertos beso al muchacho y a través de los suyos respiro el perfume de su aliento, mi alma, sufriente y herida se asoma a mi boca, queriendo pasar a la de mi amigo, que parece abrirle paso. Si nuestros labios permanecieran unidos un instante más, mi alma, ardiendo de amor pasaría de mi cuerpo al suyo. Un gran prodigio acaecería, y yo habría muerto.

Este apunte es para ella, que dice que ando huraño... esperando que se estabilice el tiempo.

martes, 28 de abril de 2009

Davos, setenta años después

El domingo 17 de marzo de 1929 se inauguró en el Hotel Belvedere de Davos un encuentro filosófico que estaba destinado a pasar a la historia como símbolo del giro hermenéutico de la filosofía del siglo XX. En el acto central se enfrentaban cara a cara la herencia aún vigente del neokantismo, representada por Cassirer, y la fuerza emergente de la ontología existencial de Heidegger. El escenario es, exactamente, el de La montaña mágica de Thoman Mann y los participantes, especialmente Heidegger, parecían dispuestos a estar a la altura del decorado, como si acudiesen convocados por el Espíritu hegeliano, transformado en director de escena.

Heidegger, haciendo uso de sus indudables dotes dramáticas, apareció vestido como un excursionista, en un momento en que los movimientos excursionistas conocían un enorme auge entre los jóvenes alemanes, mientras que Cassirer se presentó trajeado de manera elegante, como era habitual en él. Su pelo, completamente blanco, contrastaba fuertemente con la piel bronceada de Heidegger.

A Cassirer, judío asimilado y liberal, le correspondía la defensa del humanismo y del espíritu de Marburgo y Weimar, pero los jóvenes presentes (entre otros, Levinas, Carnap, Joachim Ritter, Maurice de Gandillac…) percibieron en él a un profesor de filosofía y a Heidegger –a quien algunos de ellos llamaban “el sabio del tiempo” - a un filósofo profundo, capaz de iluminar las raíces más recónditas de los problemas.

En un primer momento Cassirer y Heidegger presentaron sus respectivas posiciones de manera aislada. Heidegger dio una conferencia sobre la necesidad de fundamentar la metafísica, mientras que Cassirer se centró en los problemas fundamentales de la antropología filosófica. La mañana del martes de la tercera semana tuvo lugar su encuentro cara a cara. Estaba previsto que trataran sobre las tesis que habían expuesto previamente, pero la discusión derivó pronto hacia la consideración de la auto-suficiencia de la razón y la posibilidad de una ética racional. Kant pasó a ser el tema de su confrontación. Algunos estudiosos consideran que en realidad lo que se dirimía aquí era la oposición entre un Kant alemán (el de Heidegger) y un Kant judío (el de Cassirer, discípulo de Cohen, el judío creador de la escuela neokantiana). En cualquier caso hacia pocos días que el filósofo nazi Tomar Spann había reivindicado la germanización de la filosofía kantiana, liberándola de las supuestas interpretaciones sesgadas a la que habría sido sometido por parte de filósofos judíos.

Resumiendo mucho la cuestión: para Cohen y Cassirer Kant había demostrado que la actividad cognoscitiva del sujeto era la que conforma el objeto del conocimiento. Con esta demostración había dotado a la filosofía de un punto de apoyo firme para fundamentar la posibilidad de la ciencia y de la cultura. Para Heidegger, por el contrario, esa construcción subjetiva (que en todo caso siempre dependería de un objeto en sí inabordable) lo que mostraría es la radical finitud del obrar humano. Veía a Kant, en definitiva, como un anticipador de las tesis esenciales de Ser y tiempo.

Más allá de los aspectos epistemológicos había en juego en este debate una cuestión política de gran calado: el sostén teórico del liberalismo. Cassirer había sido un gran defensor de la constitución de la República de Weimar (a la que había celebrado, como rector universitario, enfrentándose a las reticencias de sus propios colegas). Partiendo de Kant entendía que el hombre era culturalmente perfectible y fundaba en esa perfectibilidad su optimismo liberal, mientras que Heidegger, partiendo también de Kant entendía que el hombre estaba arrojado a un mundo que se le escapaba de las manos y en el cual la única verdad era su finitud, sus limitaciones, su mortalidad. Cassirer era un liberal progresista; Heidegger entendía que el optimismo progresista era una manera de ocultar lo importante: la angustia del hombre. El progresismo sería una de las formas de la inautenticidad. “¿Hasta qué punto –le preguntó a Cassirer- la tarea de la filosofía es la de permitir la liberación de la angustia? ¿O no tendrá como tarea la de someter al hombre, incluso radicalmente, a la angustia?”.

La opinión generalizada –especialmente la juvenil- dio como triunfador a Heidegger. Según Taubes, después de la discusión, que concluyó, por lo que parece, con la negativa de Heidegger a estrechar la mano de su contrincante, los estudiantes organizaron una fiesta. En su transcurso, Levinas subió al escenario imitando a Cassirer, para lo cual se había teñido el pelo con polvo de tiza. A Heidegger lo representó un alumno suyo, Otto Friedrich Bollnow. Como el alemán de Levinas era bastante mediocre, caminaba por el escenario pronunciando sólo dos palabras: "Humboldt-kultur". “Y entonces –añade Taubes con dramatismo- estalló un griterío que tenía ya un aire ‘göringuiano’”, se refiere Taubes de esta manera a aquella famosa chulería de Göring: “cuando escucho la palabra ‘cultura’ quito el seguro de mi revólver”. “Ésta –concluye Taubes- era la atmósfera de 1931"

La de Levinas mofándose de Humboldt es, sin duda, una de las imágenes a retener de la historia del pensamiento del siglo XX.

El fracaso de Cassirer es un fracaso que nos interpela aún hoy, a 70 años de Davos, porque hemos heredado las instituciones liberales en las que Cassirer creía, mientras nos atrevemos a flirtear ingenuamente con las propuestas heideggerianas (la autenticidad, la crítica de lo burgués, la valoración de la experiencia de lo inmediato, la exaltación de la tierra, del deseo, etc). Pertenecemos a una tradición, la liberal, que ha olvidado los nutrientes que la conformaron como tal tradición. Ya no somos progresistas y la cultura se ha convertido en una industria. Ya no creemos que el futuro anuncie un progreso material, cultural y moral para la humanidad… y sin embargo nos blindamos tras una ideología buenista que parece incapaz de concebir la existencia del enemigo (en cualquiera de sus formas: en la forma de un terrorista suicida o en la de la peste porcina). Heidegger vive entre nosotros con más vitalidad que Cassirer. En estas condiciones el liberalismo es algo que sobrevive en las instituciones, pero no parece que tenga arraigo ni en los corazones ni en las inteligencias de los ciudadanos. Cassirer, por lo tanto, sigue perdiendo debates después de muerto.

domingo, 26 de abril de 2009

Un día de primavera en el monasterio de Montserrat

Si ayer era el Monasterio de Poblet, hoy ha sido el de Montserrat. Esta vez la invitación provenía de la Fundació Pere Tarrés. He aprovechado la ocasión para, como podéis imaginaros, acercarme hasta la basílica y entonar un Virolai bajito e inevitablemente melancólico, porque sabía que, cantase como cantase, no aparecería Bacallà Salat a escucharme.

sábado, 25 de abril de 2009

Un día de primavera en el monasterio de Poblet

Invitado por la Fundació Monestir de Poblet he pasado el día en este monasterio, y lo he pasado divinamente bien, como corresponde que pasen los días en este recinto sacro. Tras debates, conciertos y comida he dado un pequeño paseo por las tumbas reales. He pasado por debajo de la de Jaume I, que tiene dos cabezas; al lado de la del malhadado Príncipe de Viana, que guarda los restos de varios cuerpos; por la tumba vacía de don Juan, el Conde de Barcelona, que se ha quedado sin estrenar. Afuera, en las huertas y los bosques, era primavera.


jueves, 23 de abril de 2009

¿Prodigio el día de Sant Jordi?

No creo ser el único ser humano del mundo que en la intimidad de su casa se sorprende a sí mismo de vez en cuando cantando las canciones más inverosímiles. No les diré, por pudor, cuál es mi repertorio habitual. Lo que sí quiero contarles es que esta mañana me ha dado por cantar el Virolai, un himno dedicado a la Virgen de Montserrat cuya letra, compuesta por Jacint Verdaguer, dice en su primera estrofa: “Rosa d’abril, / Morena de la serra, / de Montserrat estel" (Rosa de abril, Morena de la sierra, de Montserrat estrella). Me imagino que los efluvios de este día soleado de Sant Jordi algo habrán contribuido a mi arrebato lírico. Pero la sorpresa grande no ha sido esta, sino descubrir que mi gata, Bacallà Salat, acudía a donde yo estaba y se sentaba frente a mí, escuchándome -¡lo juro!- con sumo interés. Con tanto interés que he decidido ponerlo a prueba. Me he mudado a otro lugar y he comenzado a cantar de nuevo el Virolai. Inmediatamente ha aparecido Bacallà Salat y se ha sentado con la cabecita alzada. Al principio no me ha hecho mucha ilusión. ¡Con dos hijos del Barça ya hay suficiente pasión catalanista en casa! Pero poco a poco me he tenido que rendir ante la evidencia. A Bacallà Salat le gusta el Virolai. He probado con canciones religiosas, excursionistas, canciones del verano y hasta con el Nessun dorma. Nada. Sólo se ha mostrado interesada por el Virolai. Ante el resto del repertorio se mantenía impasible. Al llegar mi familia les he ido mostrando, uno a uno, su sorprendente comportamiento. No sé si considerarlo un prodigio atribuible a la intercesión de Sant Jordi. No sé… O simplemente es que esta casa mía hace tiempo que se me fue completamente de las manos.

lunes, 20 de abril de 2009

Público vs privado I

... en todo caso de lo que no tengo dudas es de que hay instituciones educativas privadas con un altísimo sentido del valor de lo público y de la educación republicana, e instituciones educativas mantenidas por el erario público con un alto sentido de la privacidad e inviolabilidad de su territorio. Hay -y no pocas- instituciones educativas sufragadas con los impuestos comunes que no por ello son públicas, y cuando se proclaman como tales parecen guiadas por el propósito de blindar tras ese título sus privilegios corporativos. Y hay -y no pocos- espacios públicos con el acceso restringido, privatizados por los que se proclaman defensores de lo público.

sábado, 18 de abril de 2009

Pedagogía y erotismo

Acabo de llegar de Madrid, ciudad que continúa manteniendo intacto -para mí, obviamente- todo su atractivo. Además esta vez he disfrutado, sin que estuviera previsto en el momento de la partida, de una experiencia muy singular: una visita a la infinita exposición de Francis Bacon en El Prado de la mano de Luis, el Señor del Bosque. Nos conocemos poco, casi nada, y sin embargo es como si nos tratáramos de toda la vida. Una amistad liviana, la nuestra. Gran cosa. Pero no me puedo entretener, que llego y salgo corriendo (y renqueando, como el Hefesto arrojado del Olimpo). El objetivo principal del viaje era dar una conferencia y me apetece recoger aquí la última frase de la misma, que en realidad no es mía, sino de George Steiner: "Un maestro es el celoso amante de lo que podríamos ser". Por eso no hay pedagogía sin erotismo.

martes, 14 de abril de 2009

Heidegger, de nuevo II

Respondo, globalmente, a los comentarios del apunte anterior con esta nueva entrada. Espero no parecer desconsiderado.

Todos creemos tener actitudes liberales y, en general, así es: somos tremendamente liberales (y, especialmente, por estos pagos a liberales no nos gana nadie). Pero esto no significa que poseamos la sensibilidad política indispensable para sustentar teóricamente con firmeza este liberalismo. Nuestro escepticismo respecto al progreso, nuestro voluntario y muy orgulloso distanciamiento respecto a todo lo que suene a convencionalismo burgués, nuestra fascinación por los personajes carismáticos y, especialmente, nuestro continuo bla-blab-blá en favor del compromiso, la autenticidad, la identidad, las raíces... todo esto no son meros adornos de nuestro liberalismo... quizás, al contrario, todo esto nos describa cabalmente, seamos o no conscientes de ello, como hijos de Heidegger. Si así fuera, nuestro liberalismo político iría de la mano de una actitud espiritual (por llamarla de manera benévola) antiliberal, con una fascinante ambigüedad que no considera necesario preocuparse ni poco ni mucho por la contradicción que incorpora.

lunes, 13 de abril de 2009

Heidegger, de nuevo

He releído despacio, como el texto exigía, el inmenso Nietzsche de Heidegger. Jean-Pierre Faye lo tiene también por inmenso, pero por "inmensamente tramposo" (L'histoire cachée du Nihilisme, 2008). Me parece que esta reacción responde a una pataleta filosófica, de las que tanto abundan entre los que quieren desmontar la consistencia de la filosofía de Heidegger a base de mamporros dialécticos. Es una posición cómoda, pero que rehuye el problema fundamental. Hay que aceptar que Heidegger colaboró de manera entusiasta con el nazismo. Y hay que aceptarlo considerándolo como el principal filósofo del siglo XX. Es decir, como un filósofo que, intelectualmente, está muy por encima de sus críticos. Hay que aceptar entonces, sobre todo, la situación de indigencia filosófica a la que nos aboca todo esto. Me da la sensación de que con frecuencia recurrimos a argumentos falaciosos para criticar a Heidegger, haciendo así un flaco favor a nuestra crítica. Desenredar este ovillo debería haber sido la tarea de la filosofía de la segunda mitad del siglo XX. No ha sido así. Nos hemos movido entre existencialistas, marxistas y analistas y hemos dejado a Heidegger un poco de lado, sin saber muy bien qué hacer con él. Pocos han sido los filósofos que se han planteado "el caso Heidegger" como el problema filosófico fundamental de nuestro tiempo. Leo Strauss ha sido uno de ellos.

Sostiene Strauss que aunque no seamos capaces de enfrentarnos cara a cara a Heidegger, sí que podemos ponerlo a dialogar con los otros grandes filósofos, para descubrir así, entre otras cosas, sus silencios. Siguiendo esta recomendación, tras leer los dos tomos de su obra sobre Nietzsche, me he embarcado en la lectura de la interpretación heideggeriana de la
Segunda consideración intempestiva de Nietzsche, en mi opinión uno de los textos fundamentales del autor de Así habló Zaratustra. Se trata del curso que impartió Heidegger en el semestre de invierno de 1938-1939 en Friburgo. Aquí sí que me ha defraudado Heidegger, no tanto por lo que dice como por lo que no dice: por la lectura de Nietzsche que no se atreve a llevar a cabo: No se atreve a pensar a fondo al relación entre verdad, historia y vida. Y esta reticencia (¿cobardía?: recordemos la fecha del curso) me parece especialmente significativa.

Añado que en los dos tomos del Nietzsche de Heidegger no aparece ni una referencia a la Segunda intempestiva. Se centran en la consideración de la voluntad de poder y el eterno retorno como fundamento ontológico de lo real. Mientras Heidegger desarrolla gran historia del Ser se olvida de las pequeñas historias de los hombres.

viernes, 10 de abril de 2009

Viernes Santo

Visiones de ángeles, las copas de los árboles
tal vez son raíces, bebiendo los cielos;
y en el suelo, las raíces profundas de un haya
se les antojan silenciosas cumbres

Rilke, Vergeles, XXXVIII

*

Nos faltan alas, pero tenemos siempre bastante fuerza para caer.

Claudel, Positions et propositions.


*
¡Apáganse las luces, todas, todas!
Y sobre cada forma estremecida
cae el telón, cortina funeraria,
con fragor de tormenta.
Y los ángeles pálidos y exangües,
ya de pie, ya sin velos, manifiestan
que el drama es el del "Hombre", y que es su héroe
el Vencedor Gusano.

Edgar A. Poe, Ligeia.

sábado, 4 de abril de 2009

Derechos

A la hora de considerar el concepto de "derecho" y, muy especialmente, para prevenir que la defensa -a rajatabla- de la dignidad humana no haga de nosotros unos ciudadanos hiperexigentes con nuestras pretensiones e hiper acomodaticios con nuestras obligaciones, convendría siempre tener presente que:
  • El derecho al trabajo no nos garantiza el derecho de propiedad sobre "ese" trabajo en concreto.
  • El derecho al matrimonio no nos garantiza una persona que quiera casarse con nosotros rendida de amor por nuestros huesos.
  • El derecho a la libertad de expresión no nos garantiza una audiencia. Y mucho menos una audiencia condescendiente.
  • El derecho a la educación no nos garantiza un aprendizaje sin esfuerzo.
  • etc
  • etc

miércoles, 1 de abril de 2009

De visita al quirófano

Tengo que decir, para comenzar que no soy precisamente el hombre más valiente del mundo frente a una intervención quirúrgica. Si no hubiese sido porque mi rodilla parecía un monedero con calderilla chocando a cada paso, para rato me ven la cara en la Clínica del Remei. Pero como me gusta andar, darme largas caminatas y no estoy dispuesto a renunciar a mi poquito de montaña de vez en cuando, haciendo de tripas corazón, bajé la testuz y me encaminé hacia el sacrificio. A las nueve de la mañana cruzaba las puertas de la clínica luchando contra el imán que me tiraba hacia fuera, hacia "la calle. Una vez en la habitación me metí humildemente (metí humildemente lo que pude de mi) en una bata dos tallas menor de lo que mi cuerpo exigía y, antes de tener tiempo para pensar, me vi sometido a dos enfermeras empeñadas en rasurarme la pierna con una dedicación estajanovista. Inmediatamente después, tumbado en una camilla estrecha de la que me colgaban los pies, me llevaron al quirófano. ¡Cómo se agradece la amabilidad en estos trances! ¡Y con cuánta me encontré! ¡Con deciros que me trataron como si fuera un adulto! Me explicaban lo que me hacían y por qué, se interesaban por mis reacciones y suspicacias y me invitaron a disfrutar, a través de un monitor que tenía delante, de las interioridades de mi rodilla, en la que el cirujano se entrometió con una cámara microscópica. Y así asistí, atónito, a mi propia artroscopia, en un ejercicio de teleintrospección que me parecía cargado de simbolismo. ¡Este es un mal vicio filosófico: uno no puede asistir en paz a ningún espectáculo sin ponerse a teorizar! (lo cual, obviamente no significa que lo teorizado tenga consistencia). El caso es que a las siete de la tarde ya estaba al cabo de la calle y clausuré el día cenando a la boloñesa (o sea, que lo que nos congregó fue Bolonia) en un restaurante del centro. Lo más curioso de todo es que al salir de la Clínica me dirigí a la recepción para ver si tenían algo así como una hoja de agradecimiento. Me parecía natural pensar que si en los hospitales tienen hojas de reclamaciones bien pueden disponer de hojas de agradecimiento y yo quería dejar constancia documental de lo magníficamente bien que me habían tratado. Sin embargo, tras recuperarse de su inicial sorpresa por lo –al parecer- insólito de mi demanda, la recepcionista me entregó un formulario con una encuesta. Fue éste el único gesto despersonalizado que recibí en la clínica.

El guionista caprichoso

 I A eso de las cuatro de la tarde ha sonado el teléfono. Era una de esas llamadas que esperas que nunca lleguen y que cuando llegan, siempr...