martes, 23 de septiembre de 2008

Augur de los semblantes del privado

En un país como España, tan poco dado a mantener mucho tiempo intactas sus fidelidades, lo normal es que a los encumbrados hoy se los despeñe mañana sin contemplaciones. Por eso es tan raro el caso del capitán Andrés Fernández de Andrada, cuya Epistola moral a Fabio ha atravesado los siglos manteniendo intacta su valoración. Indudablemente, motivos tiene más que sobrados. Se trata de un diamante pulido con una precisión y una naturalidad asombrosa.


Hay sólo una mención a un animal en el poema, pero por ella merece un capítulo privilegiado en nuestra zoosofía:

Más quiere el ruiseñor su pobre nido

de pluma y leves pajas, más sus quejas

en el bosque repuesto y escondido,


que agradar lisonjero las orejas

de algún príncipe insigne, aprisionado

en el metal de las doradas rejas.


Triste de aquel que vive destinado

a esa antigua colonia de los vicios,

augur de los semblantes del privado.

¿Conocéis un endecasílabo más hermoso que este último?


La colonia de los vicios es la Corte y el privado, el consejero o ministro del monarca.


La contraposición de la libertad del ruiseñor con el espíritu servil que anda huroneando sin resuello intentando interpretar antes que nadie el esbozo de un deseo insinuado en la cara del poderoso, no puede ser más expresiva. El poeta en lugar de “rostro” emplea “semblantes” resaltando la fuerza de la comparación., porque el semblante, además de la cara, es el estado de ánimo que se asoma al rostro.


Frente al servil mendicante de los signos del poderoso, el poeta ha trazado en tres versos precisos a su opuesto, aquel

que el corazón entero y generoso

al caso adverso inclinará la frente

antes que la rodilla al poderoso.

Acabo de preguntar si alguien conoce un endecasílabo más hermoso que el “augur de los semblantes del privado” y ya me doy cuenta del exceso. Yo mismo no sabría elegir entre éste y el que concluye el poema:

Ya, dulce amigo, huyo y me retiro

de cuanto simple amé: rompí los lazos.

Ven y sabrás al grande fin que aspiro,

antes que el tiempo muera en nuestros brazos.

5 comentarios:

  1. Absolutamente maravilloso. Real y aplicable a todo tipo de cortes, públicas y privadas, en cualquier sitio.

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  2. Me pregunto en cuantas facultades de filosofía españolas los profesores de ética mentarán si quiera a Andrés Fernández de Andrada.

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  3. Bello.
    Perfecto.


    Habría que evitar a los simples
    (que no los sencillos)
    pues nos acortan,
    y a los babosos de poderosos,
    pues nos hacen resbalar
    y aún caídos, confundirnos
    con sus malas babas.

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  4. Si Señor Don Gregorio, para descubrirse, es un lujo, al autor, y a Ud. por su referencia.

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  5. A mí me gusta especialmente, del 145 al 156.
    Cuando habla en una analogía del tiempo necesario de maduración en la Natura, con el tiempo de maduración de las ideas en el hombre,al que inedperadamente psra el lector, le asocia la cualidad de la prufencia.
    Pertodegeryon

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