jueves, 8 de noviembre de 2007

El hombre del abrigo de piel de castor

Seguramente no tuvo Freud un enemigo más fiel que Karl Kraus (1874-1936), a quien algunos bautizaron como el Erasmo del siglo XX. Esta enemistad divertía mucho al periodista e imagino que, como el psicoanálisis está vacunado constitucionalmente contra toda crítica, confirmaba la opinión del psicoanalista sobre las derivas patológicas de los traumas infantiles. Yo, que tengo tantos muñones afectivos en mi biografía como cualquier hijo de vecino, estoy con Kraus:

“El hijo de padres psicoanalistas envejece precozmente. De recién nacido tiene que admitir haber experimentado sensaciones voluptuosas en el orinal. Después se le pregunta qué se le ocurrió pensar una vez que, yendo a la escuela, vio un caballo que defecaba. Alguien así puede darse por satisfecho si consigue alcanzar la edad en que podrá confesar un sueño en que violaba a su madre”

Kraus sostenía que el psicoanálisis no era una terapia, sino una enfermedad de la época:

“El psicoanálisis es aquella enfermedad mental de la que pretende ser la terapia.”

Antes de ser famoso por su ironía y agudeza crítica, Karl Kraus fue conocido en Viena por su abrigo. Al comprender que para los Vieneses su abrigo de castor era mucho más importante que su intelecto, se le abrieron las puertas que lo conducirían a la cumbre del periodismo:

“No tener un pensamiento y saberlo expresar: En esto consiste ser periodista”

“Los periódicos mantienen con la vida aproximadamente la misma relación que las echadoras de cartas con la metafísica).

La última puya se la reservo a los freudianos:

- “Los locos son definitivamente reconocidos por los psiquiatras por el hecho de que después de ser internados muestran un comportamiento agitado.”

1 comentario:

  1. Me gusta mucho más, vamos que me desternillo de risa, la durísma venganza de Wilder en "Primera plana", a través de la crueldad para con el psiquiatra vienés que examina al reo. Dice "Lo qque qquerrría es matarrr a su ppadrre y acostarrse con su maaadrrre". Y el reo se lo mira, con perplejidad y aprensión, y exclama: "¡Está loco!".

    Cuenta Wilder que, de muy jovencito, trabajó como reportero para una revista frívola, de puro entretenimiento. De esta guisa, se fue a Berggasse, 19, a entrevistar a Freud, el cual lo despachó de malos modos.

    En todo caso, lo logró, Freud, estamos todos enfermos de psicoanálisis, excepto los locos de atar, para los que ya decía Freud que no hay remedio. De ahí que, en elegantísima inferencia, los alegres sesenta con sus "anti", los declarasen sanísimos, a los locos.

    Lola

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